AM | @agumack
No me gusta el odio a los banqueros. Mañana, en la segunda nota, explicaré por qué el auge (y la crisis) de la banca en Occidente en las dos últimas décadas está directamente relacionado con la mayor reducción de pobreza jamás vista en la historia de la civilización. Hoy simplemente diré porqué no me gusta el odio a los banqueros. El actual odio a los banqueros se fundamenta en la injusticia que supone el subsidio —vía rescates masivos con dinero de contribuyentes— a entidades consideradas too big to fail. Desde este punto de vista, las remuneraciones astronómicas a ejecutivos que arriesgaron en exceso suscitan una indignación perfectamente entendible.
* * *
Hace algunos días, el Financial Times reproducía una foto de jóvenes del 'movimiento' Occupy Wall Street, que llevaban una ingeniosa pancarta:
BANKERS PLAY
THE PEOPLE PAY
Pero veo dos tipos de riesgos en esta actitud. El primero tiene que ver con las formas judiciales. Los delitos tienen que estar previamente tipificados; es necesario saber con precisión de qué se acusa a alguien, y con qué tipo de pruebas se lo condena. Cesare Beccaria primero, y luego Alexis de Tocqueville, percibieron bien uno de los mayores riesgos del gobierno republicano: el pueblo no comprende la importancia de las formas. Por eso pide "justicia ya". En su fantástica síntesis de la Ilustración radical, Jonathan Israel recuerda los ataques del sanguinario Jean-Paul Marat, en 1789, contra los "banqueros y financistas que construyen sus fortunas sobre la ruina de los demás" [1].
Un año después de la muerte de Marat, en 1794, el populismo anti-intelectual y reaccionario de los jacobinos desemboca en la dictadura de Robespierre y en el rechazo de toda noción de forma judicial, algo bien captado por Benjamin Constant y por su contemporáneo porteño Mariano Moreno.
¿Anti-semitismo latente?
Hace algunos días, el Periódico de Catalunya titulaba "La banca: 7 pecados capitales", un estudio dedicado a la "Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza" de los banqueros. El tono de la nota me ayuda a introducir la segunda razón por la cual me inquieta el odio a los banqueros: el antisemitismo latente. La proporción de banqueros judíos es seguramente muy baja; sin embargo, la percepción popular va en sentido contrario. El otro día, mientras leía el suplemento literario de El País, me encuentro con la reseña del libro Pasaporte del apátrida, del 'poeta' colombiano Juan Manuel Roca [2]. Del poema intitulado "Las 12 parábolas apócrifas":
Noticias de última hora
Cuentan que Cristo fue crucificado en Wall Street
Lo hicieron
para vengar su gesto de ira
al expulsar del templo a los banqueros
...
Sangre y sudor de Cristo
tiñeron las nieves perpetuas de Wall Street
O sea: el banquero apátrida es el verdadero asesino de Cristo. El mensaje es bastante claro — aunque ni el reseñador (Benjamín Prado), ni la redacción de El País parecen haber notado nada raro. El odio enceguece.
[1] Jonathan Israel. Democratic Enlightenment. Philosophy, Revolution, and Human Rights, 1750-1790. New York: Oxford University Press, 2011 [web].
[2] Benjamín Prado: "Cristo crucificado en Wall Street", El País.
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