AM | @agumack
Hace un tiempo escribí sobre la importancia, para los jueces de una Corte Suprema, de vestir una toga [ver]. (La nuestra es una de las pocas Cortes en las que los integrantes no usan toga.) La toga, símbolo de vida republicana, forma parte del lenguaje corporal de la independencia judicial. No garantiza nada, naturalmente. Seguramente hay países con jueces "togados" que son un desastre en materia de independencia judicial.
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De todas maneras, la toga confiere un sentido de autoridad y de diferenciación con los demás poderes. Pero hay otro argumento importante. (Me encantan las citas exactas —soy un hincha declarado de la erudición— pero lamento no tener la referencia precisa en este momento.) El punto fue tratado por Cesare Beccaria y, casi 70 años después, por Alexis de Tocqueville. Se trata de lo siguiente:
El pueblo no comprende la importancia de las formalidades judiciales.
Por esta razón, argumenta Beccaria, el poder judicial necesita cierta pompa. Es decir: ni Usted ni yo comprenderemos jamás todas las sutilezas del derecho procesal, pero nos tranquiliza el hecho de ver que gente vestida de manera especial —y muy diferente a los miembros del ejecutivo y del legislativo— toma decisiones que parecen importantes. La toga impone, o puede imponer, cierta autoridad y cierto sentido visual de separación de poderes. De ahí mi interés por el tema. En nuestro país, los ataques del ejecutivo a los jueces tienen por objeto desprestigiarlos a los ojos del pueblo. Por eso lo digo con toda seriedad:
¡UNA TOGA PARA EL JUEZ LORENZETTI!
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y peluca
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