"El peronismo es todo y, por ello mismo, es nada" — Alejandro Katz
AM | @agumack
La débâcle de CFK está generando, como sucede de manera cíclica, un nuevo debate sobre la naturaleza del peronismo (*). ¿Es de derecha, de izquierda, o de qué? Nadie lo sabe muy bien. En estas líneas quiero ampliar una idea que expuse hace un tiempo: el peronismo es la expresión clásica de la cultura política tribal que prevalece en la Argentina — y en muchos países que transitan la incómoda frontera entre el subdesarrollo y el desarrollo [ver].
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El peronismo es un second best político-institucional que aceptamos por una sencilla razón: jamás hemos vivido bajo un Estado fuerte pero sujeto al derecho y al principio de rendición de cuentas. Por eso el peronismo —con todos sus defectos— luce como un arreglo muy superior a dos otros demonios que sí hemos conocido de cerca: la anarquía de las bandas semi-organizadas, y la dictadura militar. Ahí radica la insoportable racionalidad del peronismo.
La tribu: virtudes y defectos
El peronismo tiene esa virtud típica de la tribu: es una organización muy superior —desde el punto de vista de la seguridad de las personas— a las bandas o a la dictadura. Logra imponer, vía un poder ejecutivo fuerte, un mínimo de orden. El peronismo tiene su día de la lealtad; pero esta lealtad se expresa hacia el líder, no hacia la nación. Sus defectos saltan a la luz cuando uno contempla la fase superior del desarrollo institucional: el Estado fuerte pero limitado [ver].
Podríamos enumerar los siguientes problemas típicos del peronismo en sus diversas variantes: ausencia de independencia judicial (la 'justicia' es de la tribu y para la tribu); ausencia de tenure en los cargos de jueces y de gobernador del banco central [ver]; fragilidad de las posesiones; imposición sin representación; ausencia de cohesión social [ver]; alto costo del capital [ver]; corrupción y falta de accountability.
En una sociedad 'tribal', la corrupción es el precio a pagar por un arreglo institucional que, pese a sus defectos, mantiene alejado los horrores de la anarquía y/o dictadura. Por eso es tolerada. Pero todo tiene un límite. Y este límite viene generalmente ... del exterior. En épocas de alta liquidez global y/o altos precios de los granos (suelen coincidir), el líder sueña con implantar una casta hereditaria en el poder; construye un 'relato' que lo va encegueciendo hasta el momento en que colapsa la liquidez global: 1952, 1997, 2011.
Cuando se frena la liquidez, el peronismo de turno se debilita irremediablemente. Hasta que llega otro relato 'peronista', impulsado de manera oportunista por la corriente ideológica de moda: tercer-mundismo 1950s-1970s, neo-liberalismo 1990s, pseudo-progresismo 2000s, etc. Pero el peronismo jamás pierde su identidad tribal: Menem y Kirchner son mucho más parecidos de lo que se cree habitualmente.
(*) Alejandro Katz: "Las distopías peronistas", La Nación, 10 de abril de 2013.
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