AM | @agumack
El otro día, tras una de mis habituales visitas a la librería LA CENTRAL de la calle Mallorca, hice un descubrimiento que me dejó profundamente impactado. Estaba leyendo las últimas páginas del Áyax de Sófocles, y de pronto me di cuenta que se abría la posibilidad de una re-interpretación de nuestra cultura política — y en particular del desdichado episodio kirchnerista. Tras perder un duelo retórico con Odiseo (para quedarse con las armas de Aquiles), Áyax opta por el suicidio. El despótico rey Agamemnon pretende dejar su cadáver sin sepultura. En el mundo de los griegos, no puede haber mayor insulto a la naturaleza humana.
Entonces Odiseo toma la palabra; sale a defender el honor de su antiguo enemigo: "ODISEO. Escucha entonces. A este hombre, no te atrevas a arrojarlo tan despiadadamente sin enterrar. De ningún modo la violencia te lleve victoriosa a odiar hasta el punto de pisotear la justicia" (*).
Damas y caballeros: aquí tenemos una espectacular clave interpretativa de la tragedia argentina. Hace algunos años, en una sobremesa con amigos ex-K, hablamos de NK y CFK. El punto en discusión era la idea de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe —inspirada en los escritos de Carl Schmitt— sobre la conveniencia de "crear enemigos" para gobernar mejor (el campo, los medios, Clarín, las finanzas, etc). Mis amigos estaban de acuerdo sobre este punto. De hecho, el columnista Ricardo Kirschbaum reconoce que la "estrategia de tensión" le ha dado "tantos buenos resultados al kirchnerismo".
Pero attenti, dije en la sobremesa. "Admitamos por un minuto que inventar enemigos es una buena táctica de gobierno. Siempre habrá un límite. Y ese límite vendrá dado por la manipulación-politización del sistema judicial. Porque entonces se contraerá la oferta de crédito, y tarde o temprano la resultante crisis económica los obligará a salir en ... helicóptero". Sin saberlo, estaba ofreciendo una versión —más moderna, y mucho menos poética— del dilema de Áyax. Prueba, una vez más, que todo (o casi todo) está en los clásicos.
Porque éste es precisamente el sentido de la advertencia de Odiseo a Agamemnon: el rey puede perfectamente dejar sin sepultura al guerrero Áyax. Le sobra el poder para hacerlo. Pero si lo hace —si abusa de su autoridad y se deja llevar por el odio al punto de pisotear la justicia— entonces lo único que conseguirá será ... su propia ruina (*).
No hay mejor definición del desastre de CFK.
(*) Sófocles. Áyax, Las traquinias, Antígona, Edipo rey. Madrid: Alianza Editorial, 2013 (Traducción y notas de José-María Lucas de Dios), p. 120. El lector nota rápidamente el abismo entre Áyax, Agamemnon y Odiseo. Los dos primeros representan la cultura política tribal, signada por el autoritarismo y las lealtades a personas. Odiseo es mucho más sofisticado e inteligente; su lealtad no se dirige a personas sino a valores, instituciones. Sobre este punto, ver el comentario de Michael Grant: "Sophocles, in his own way, is tracing the transition from a primitive code towards the polis ethics of his own day", The Ancient Greeks. Phoenix Press, 2001, p. 111. [Ver: Homero].
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Entonces Odiseo toma la palabra; sale a defender el honor de su antiguo enemigo: "ODISEO. Escucha entonces. A este hombre, no te atrevas a arrojarlo tan despiadadamente sin enterrar. De ningún modo la violencia te lleve victoriosa a odiar hasta el punto de pisotear la justicia" (*).
Damas y caballeros: aquí tenemos una espectacular clave interpretativa de la tragedia argentina. Hace algunos años, en una sobremesa con amigos ex-K, hablamos de NK y CFK. El punto en discusión era la idea de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe —inspirada en los escritos de Carl Schmitt— sobre la conveniencia de "crear enemigos" para gobernar mejor (el campo, los medios, Clarín, las finanzas, etc). Mis amigos estaban de acuerdo sobre este punto. De hecho, el columnista Ricardo Kirschbaum reconoce que la "estrategia de tensión" le ha dado "tantos buenos resultados al kirchnerismo".
Pero attenti, dije en la sobremesa. "Admitamos por un minuto que inventar enemigos es una buena táctica de gobierno. Siempre habrá un límite. Y ese límite vendrá dado por la manipulación-politización del sistema judicial. Porque entonces se contraerá la oferta de crédito, y tarde o temprano la resultante crisis económica los obligará a salir en ... helicóptero". Sin saberlo, estaba ofreciendo una versión —más moderna, y mucho menos poética— del dilema de Áyax. Prueba, una vez más, que todo (o casi todo) está en los clásicos.
Porque éste es precisamente el sentido de la advertencia de Odiseo a Agamemnon: el rey puede perfectamente dejar sin sepultura al guerrero Áyax. Le sobra el poder para hacerlo. Pero si lo hace —si abusa de su autoridad y se deja llevar por el odio al punto de pisotear la justicia— entonces lo único que conseguirá será ... su propia ruina (*).
No hay mejor definición del desastre de CFK.
(*) Sófocles. Áyax, Las traquinias, Antígona, Edipo rey. Madrid: Alianza Editorial, 2013 (Traducción y notas de José-María Lucas de Dios), p. 120. El lector nota rápidamente el abismo entre Áyax, Agamemnon y Odiseo. Los dos primeros representan la cultura política tribal, signada por el autoritarismo y las lealtades a personas. Odiseo es mucho más sofisticado e inteligente; su lealtad no se dirige a personas sino a valores, instituciones. Sobre este punto, ver el comentario de Michael Grant: "Sophocles, in his own way, is tracing the transition from a primitive code towards the polis ethics of his own day", The Ancient Greeks. Phoenix Press, 2001, p. 111. [Ver: Homero].
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APLAUSOS!!! Exelente el analisis/interpretación, no sé como llamarlo, de este clásico!.
ReplyDeleteExelente. Gracias por llevarnos a tu terreno, el del lego, para entender lo bajo que caen...
Te lo digo con la mejor, No entendiste el dilema de Ajax. Saludos
ReplyDeleteGracias Anonymous! Es cierto, no es realmente el dilema de Ajax (que ya está muerto!!), pero me inspiré en el título de Paul Woodruff. The Ajax Dilemma (OUP, 2011). El título es tan bueno que no quise dejarlo pasar. Qué bueno saber que un lector sabe de clásicos! Muchas gracias!
ReplyDeleteEn otras palabras, utilicé el título del libro de Woodruff como artificio retórica para mi entrada. Técnicamente es un error, pero era demasiado tentador desde el punto de vista retórico. Lo que el final de la tragedia describe sería en todo caso el "Dilema de Agamemnón". Gracias de nuevo!
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