"Equilíbrense los poderes, y se mantendrá la pureza de la administración" — Mariano Moreno
Vuelve la anaciclosis. Nuestros ciclos políticos se reproducen de manera regular, más o menos cada diez años [ver]. En la Argentina, no hay lugar para la idea republicana de una transferencia del poder político sin tumulto. Será, otra vez, a los tumbos. Hace ya más de diez años que venimos explicando la razón de esta inestabilidad crónica: la ausencia de contrapesos al poder político. Y este es precisamente lo que un griego genial, Polibio, llamaba anaciclosis.
En ausencia de contrapesos, escribe Polibio (en el capítulo VI de sus Historias, del cual solo sobreviven fragmentos), el regimen decae por su propia ... corrupción. De manera genial, el historiador griego nota que un escenario 'externo' de prosperidad económica puede atrasar la decadencia — pero no evitarla. Y esto es precisamente lo que ocurrió en la Argentina con el 'boom' de liquidez global de 2003-2007 y 2009-2011, y el consecuente aumento en el precio de la soja.
Polibio intenta explicar que —en ausencia de contrapesos—, la monarquía degenera en tiranía; ésta es entonces reemplazada por una noble aristocracia que, una vez corrupta por su propio frenesí, se transforma en despreciable oligarquía. Cuando el pueblo no da más y derroca a la oligarquía, llega el turno (¡glorioso!) de la democracia. Pero la democracia sin contrapesos, a su vez, degenera en ... caos. Entonces llega el monarca. Et ainsi de suite. Lo único que frena esta corrupción natural es la mezcla de elementos de monarquía, aristocracia y democracia — el gobierno mixto.
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Hoy en día ya no está de moda hablar de estas categorías. Las juzgamos, con razón, arcaicas. Pero atención. Todos los días leemos noticias, en países donde los contrapesos institucionales brillan por su ausencia, sobre "oligarcas" que dominan el sistema económico y político. Sucede en Rusia y en Ucrania, pero también en Venezuela (los 'boligarcas') y en la Argentina con los empresarios K. Hace un par de días, datos filtrados sobre la extraordinaria riqueza de los dirigentes chinos ("comunistas", nota bene) conmovieron al país.
Hacia finales del siglo XVIII, con la progresiva aceptación del principio electivo consagrado por las revoluciones de Estados Unidos y Francia, la idea moderna de la división de poderes suplantó, afortunadamente, el antiguo esquema del gobierno mixto. La división de la sociedad en estamos artificiales se volvió completamente inaceptable. Llegó el turno de la independencia judicial y la libertad de prensa como nuevos garantes de la estabilidad institucional.
Pero el antiguo gobierno mixto sobrevive en la idea moderna del poder ejecutivo fuerte y uni-personal. James Madison, que conocía la aversión de sus conciudadanos por el desorden político, llegó a utilizar la palabra mixed government, pero en el contexto de "federalismo": mezcla de jurisdicciones, no de categorías sociales. En cambio, John Adams se aferraba a las antiguas nociones griegas porque notaba —con buenas razones— el peligro de la degeneración aristocracia-oligarquía.
En el Río de la Plata, todo esto fue percibido por Mariano Moreno, de lejos el político argentino más brillante y más 'leído' de nuestra historia (Alberdi no le llega ni a los talones) [ver]. Lo expliqué en mi libro de 2009, y volveré a hacerlo de manera mucho más detallada en otro volumen que estoy preparando (*).
(*) Agustín Mackinlay. El Enigma de Mariano Moreno. Fundación y Equilibrio de Poderes en la Era de las Revoluciones. Buenos Aires: R & C Editores, 2009. Por si alguien lo lee, aclaro que ya no adhiero a la idea de Moreno como autor del Plan de Operaciones. El resto del libro también ha envejecido, pero de manera mucho más aceptable.
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