- Christophe Bardyn. Montaigne. La splendeur de la liberté. Paris: Flammarion, 2015, 543 páginas.
Vi el libro de Christophe Bardyn por primera vez en diciembre de 2015 en Nantes, y dudé. Cambié de opinión en la Sant Jordi; lo compré en la excelente librería LA CENTRAL de Barcelona. (No hay nada comparable a LA CENTRAL o a Alibri en Buenos Aires). Lo leí en muy pocos días, a pesar de mis (agotadoras) clases de finanzas. El Sr. Bardyn propone una serie de hipotesis audaces sobre la vida de Michel Eyquem (1533-1592), señor de Montaigne, universalmente conocido por sus Ensayos. Montaigne no fue un hijo legítimo, argumenta Bardyn de manera concluyente; la imagen que ha quedado de él —el escritor aislado en su torre de marfil, desilusionado por la mezquindad de la política— es completamente falsa. Para Montaigne, el escritor-filósofo debe exponer y explicar el daño causado por gobernantes sedientos de poder. Precursor del escepticismo hedonista de David Hume, Montaigne es un "moderado radical". A través de sus Ensayos, nos invita a entender las condiciones de la libertad. No hay nada más espléndido que la libertad. Pero ser libre exige una visión —y una acción política— exentas de pasiones y fanatismos. Es una postura muy difícil de lograr—lo fácil es dejarse llevar por la pasión. En el capítulo final, el Sr. Bradyn propone una síntesis del pensamiento de Montaigne, con interesantes paralelos con varias tradiciones no-occidentales. ¿Montaigne, budista occidental avant la lettre?
El impacto del Discurso sobre la servidumbre voluntaria
Varios capítulos de Montaigne. La splendeur de la liberté están dedicados a la amistad que lo une a Etienne de La Boétie, autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria. (Es bueno saber que Bardyn está preparando un libro sobre La Boétie). El Discurso es un texto fundamental: La Boétie intenta explicar lo (aparentemente) inexplicable—cómo y porqué millones de seres humanos aceptan ser gobernados de manera tan mediocre. ¡Muy importante para entender el peronismo! Bardyn no duda en afirmar que la vida y los escritos de Montaigne después de 1563 —cuando muere La Boétie a los 33 años— reflejan esta amistad fundacional. Tentados un tiempo por el protestantismo, ambos optan por mantenerse en las filas de la Iglesia oficial. Pero sus esfuerzos se orientan en un único sentido: evitar los horrores de la guerra civil. Desde la profundidades de la Edad Media, Francia es una monarquía. Pero La Boétie y Montaigne la describen como "República": con o sin reyes, un país es una comunidad de hombres y mujeres, y nadie tiene derecho a usurpar poderes que no le corresponden. Un rey puede ocupar "el trono más alto del mundo, pero siempre estará sentado sobre su culo".
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La Boétie propone reformar la Iglesia en el sendido de Inglaterra, convirtiéndola en "nacional". Montaigne, en cambio, inspirará al Voltaire de las Cartas filosóficas: una sola iglesia lleva a la tiranía; dos llevan a la guerra civil; cuarenta llevan a ... la paz. Una de las partes más interesantes del libro está dedicada a la actuación de Montaigne como miembro del Parlamento de Burdeos y más tarde como alcalde de la ciudad. Montaigne apoya la idea de L'Hopital: solo habrá paz social si la población confía en el sistema judicial (otro paralelo con la Argentina de hoy). "Una administración decente de la justicia le parecía el mejor antidoto contra la exasperación de la población", escribe Bardyn. De viaje por Alemania en 1580, Montaigne elogia al país vecino por su combinación de justicia y seguridad:
"De ce lieu M. de Montaigne écrivit à François Hotman, qu'il avait vu à Bâle, qu'il avait pris si gran plaisir à la visitation d'Allemagne, qu'il abandonnait à gran regret, quoi que ce fût en Italie qu'il allait. [...] Tout le demeurant lui semblait plein de commodité et de courtoisie, et surtout de justice et sûreté" [Texto del secretario de Montaigne]. No es un elogio menor, viniendo de alguien que considera las cuatro últimas palabras —comodidad, cortesía, justicia y seguridad—, como la síntesis de todo lo que uno puede esperar de la vida en sociedad.
Como alcalde, establece una estricta separación entre el individuo y el funcionario; él mismo dice: "El alcalde y Montaigne siempre han sido dos, de una separación bien nítida". En materia de justicia, enfatiza la importancia del precedente como fuente del derecho y la necesidad de respetar el proceso debido; su independencia de criterio y su defensa de la libertad de expresión aparecen en sus "Remontrances" (quejas) al rey, con propuestas de reforma judicial y reclamos sobre la libertad comercial.
Lo difícil es ser tolerante
Christophe Bardyn sospecha que Montaigne es el autor de un libro publicado sin nombre de autor en 1575 sobre Catalina de Medici: Discours merveilleux de la vie, actions et déportements de Catherine de Medicis. El libro describe las pasiones y la sed de poder de la reina de facto, tres años después de la masacre de San Barthélemy. (El día de la masacre, Montaigne mantiene su cuaderno en blanco, un silencio revelador). La publicación del Discours merveilleux tiene un impacto inmediato: fuerza a la regenta a moderar su política. Montaigne sabe que el escritor-filósofo puede cambiar el curso de los acontecimientos; por eso intenta mejorar y ampliar, hasta el día de su muerte, sus Ensayos.
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Detrás de todo líder político que estimula las pasiones del pueblo hay intereses siniestros y voluntad de poder. Pero la búsqueda de un poder sin límites necesariamente llevará a la violencia y a un interminable ciclo de vengazas y contra-venganzas. Para poner fin a este ciclo destructor, Montaigne pone de relieve la infinita diversidad y variedad de la experiencia humana: "Sobre todos los temas hay distintos puntos de vista y consideraciones diversas: de ahí nace la diversidad de opiniones [...] La más universal de sus cualidades [el ser humano] es la diversidad". Con excelente criterio, el Sr. Bardyn recuerda que, en el francés de la época, diversité "no es solamente variedad, sino oposición de contrarios" (itálicos míos).
¡Oposición de contrarios! Esta idea, base de los contrapesos institucionales, nos resulta familiar hoy en día—aunque solo en los países occidentales y Japón. El enorme mérito de Montaigne consiste en decirlo en los 1580s, en medio de desgarradoras guerras de religión que oponen a fanáticos de ambos lados. Profundamente impactado por el descubrimiento de América, Montaigne lee todo lo que puede sobre otros pueblos y costumbres. Su moderación no se reduce a un simple ascetismo. La sabiduría no consiste en negar y reprimir, sino en aceptar y disfrutar. Ni la enfermedad ni la edad logran disminuir su afición por la comida y por las mujeres—aunque él mismo se define como eyaculador precoz y "de corto tamaño". La verdad antes que todo ...
(*) En plena guerra civil, un individuo armado se presenta a las puertas de su castillo. Dice huir de una banda que quiere matarlo. Ingenuamente, Montaigne lo deja pasar; en pocos minutos entran dos, tres, hasta veinte individuos, todos armados. Puede haber una matanza; Francia está en plena anarquía. El escritor se da cuenta de la situación; sabe que es tarde. Entonces opta por la solución menos pensada: los invita a tomar un refresco en el castillo. El jefe no se atreve a dar la orden de ataque. Desconcertados, los bandidos se van tan rápidamente como habían llegado. Montaigne concluye: fue "el crédito de mi presencia" que los perturbó (Essais, III.12). Este increíble episodio está mejor tratado por Philippe Desain en Montaigne. Une biographie politique (Paris: Odile Jacob, 2014)
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