"Regina mundi forma" — Denis Diderot
Los economistas nos hemos formado con libros de texto provenientes de los Estados Unidos o del Reino Unido, escritos en el siglo XX. Damos por sentado que la justicia y la moneda funcionan con independencia del poder ejecutivo, que la prensa es libre. En la mayoría de nuestros modelos, el 'agente' económico carece de historia; jamás acude a los tribunales; la propiedad es segura y estable. Así las cosas, el costo del capital es función del riesgo empresario, y las tasas de interés reflejan fluctuaciones en la demanda de crédito del sector público.
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En la realidad de los países 'emergentes', las cosas son muy diferentes. La justicia, en particular, funciona de manera errática. Los precedentes no son fuente formal del derecho; los jueces carecen de formación adecuada, su remuneración es insuficiente y su tenure es insegura; las formalidades de la justicia no se respetan; los intereses de los acreedores quedan subordinados a los de los deudores [ver]. En un escenario así, la propiedad es inestable. El policy risk es particularmente elevado; la oferta de crédito se desvanece; el costo del capital 'vuela'. Nada de esto figura en nuestros libros de texto. Por eso me parece tan importante recordar a grandes pensadores pre-siglo XX como Bernier, Montesquieu, Galiani, Raynal y Adam Smith, que siempre escribían con la mente puesta en el nivel de desarrollo institucional. Ahora en la Argentina, la Sra. de Bonafini desafía abiertamente a la justicia, con el apoyo de "una parte no desdeñable" de los ciudadanos (*).
Puede ser útil mencionar las consecuencias económicas de todo esto. El costo del capital se mantendrá alto, re-alto, altísimo. La pseudo-independencia del banco central agravará la recesión al encarecer —vía el 'super-peso'— el costo de la mano de obra. Lo más preocupante del caso es que la actitud de la Sra. Bonafini es más realista y racional de lo que parece. Sabe perfectamente que la justicia argentina carece de prestigio. Como la mayoría de los presidentes no-peronistas, el Sr. Macri paga las consecuencias de no prestar suficiente atención al desastre institucional del país [ver]. Seguramente cree que —como Lucas Llach, el vice-presidente del banco central—que todo es cuestión de políticas, y que nuestras instituciones son una pinturita.
(*) Osvaldo Pérez Sammartino: "Una revolución de legalidad", Bastión digital, 5 de agosto de 2016.
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