AM | @agumack
QEPD. RIP. La Corte Suprema de la República Argentina ha desaparecido. No está. Nadie la ve; no existe. No tiene la menor autoridad. Estos pensamientos llegaron a mi mente tras leer el muy buen artículo de Joaquín Morales Solá el sábado ("La Presidenta, entre la gloria y la enfermedad", La Nación). Dice el columnista:
El juez Folco hizo suyo el criterio de la AFIP, tildó de "irrelevante" la decisión de los máximos jueces del país y derrumbó el principio de inocencia hasta que no se pruebe lo contrario ... Estábamos acostumbrados a que esa práctica fuera común entre los funcionarios; la novedad es que ahora también la promueven los propios jueces.
Que la Corte no tenga autoridad frente al poder ejecutivo ya es algo lamentable; ahora, como dice el Sr. Morales Solá, tampoco la tiene frente a los propios jueces. En una palabra: la Corte Suprema está pintada. Lo interesante es saber por qué, y cuáles serán las consecuencias. No es difícil entender la principal causa de la virtual desaparición del alto tribunal: la actitud del ejecutivo. La escasez de recursos y el desconocimiento de fallos son dos de las principales causas del nihilismo judicial que se está apoderando de la Argentina.
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Pero también hay errores propios. La poca claridad ofrecida por el Juez Zaffaroni en el escándalo de los prostíbulos es uno de ellos. Y luego viene, a mi criterio, la principal gaffe de la Corte: el fallo de 2009 sobre la des-criminalización de pequeñas tenencias de droga. Tras nueve años de vida en Ámsterdam, no es algo que me escandalice. El problema no es el contenido del fallo en sí, sino la catastrófica falta de apego a la noción del precedente como fuente del derecho, o stare decisis. La Corte falló a favor de la criminalización en 1978, en contra en 1986, a favor en 1991, en contra en 2009. ¿En qué quedamos?
El fallo debería haber sido acompañado de una declaración sobre la importancia de los precedentes: "A partir de ahora, la Corte aplicará los mismos criterios en casos similares, etc, etc, etc." Lo hizo la Corte Europea de Justicia en 2000. Al no hacerlo, nuestra Corte Suprema se auto-coloca en una situación parecida a la Corte bajo Carlos Menem: emite fallos sin ninguna ambición de construir un cuerpo de precedentes que —al resaltar el principio de auto-contención— aumentarían la seguridad jurídica y reforzarían su autoridad (*).
Espere tasas de interés más altas.
(*) Es precisamente lo que hacen las Cortes Supremas de países relativamente igualitarios y donde abunda el crédito: Nórdicos, Nueva Zelanda, Canadá, etc. En la Argentina, el alto nivel técnico de los jueces de la Corte siempre ha sido uno de los principales argumentos K sobre la calidad institucional. Sorprendentemente, muchos economistas lo han 'comprado'. Pero la independencia judicial es una noción más compleja: 1, 2.
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