"... els temps són horribles i serà difícil que ens en sortem" — Josep Pla
Hoy es 11 de septiembre —Onze de Setembre en català— y se celebra la Diada Nacional de Catalunya, o simplemente la Diada. Me fui de Argentina a finales de 2001. Tras nueve años en los Países Bajos, llevo ya diez en Catalunya. Estoy increíblemente agradecido a estos países, en los cuales siempre me sentí feliz de pagar (considerables) impuestos que —via independencia judicial, libertad de prensa y banco central independiente— dan seguridad a mi vida, mi libertad y mis posesiones. Y ya que estoy, vaya un 'gracias' muy especial a la Unión Europea, obra maestra de la civilización—el mayor espacio de libertad, derechos humanos y prosperidad de la historia.
* * *
La Diada conmemora la caída de Barcelona, el 11 de septiembre de 1714, a manos de las tropas realistas de Felipe IV de Borbón. Tras más de una década de independencia de facto, Catalunya —calamitosamente abandonada por sus 'aliados' ingleses y holandeses— se reincorpora a la monarquía española. Siento emoción al ver la Senyera, una emoción comparable a la que me invade al ver, por ejemplo, la bandera argentina, el oranje de los Países Bajos, o el color negro de Nueva Zelanda. Cuesta un poco más con la bandera europea, pero ya vendrá. (Sigo insistiendo, mitad en serio, mitad en broma: Argentina debería ingresar a la UE).
En cambio, no me gusta nada la estelada. Los catalanes viven hoy en una monarquía republicana. Los líderes independentistas, como tantos otros δημαγωγοί ansiosos de poder, intentan convencer al δῆμος sobre la pureza de sus intenciones. Pero crearían ipso facto una república aristocrática / oligárquica. (Ver la fabulosa riqueza de la familia Pujol). Y eso no es nada. Su deseo de poder debilitaría irremediablemente a la Unión Europea, justo cuando más apoyo necesita. Pero estos no son los temas de la entrada de hoy. Quiero referirme a algunos puntos de historia sobre la guerra por la sucesión española que culmina, tristemente en Barcelona, el 11 de septiembre de 1714.
[1] El duque de Marlborough & el cambio de régimen en Francia. Para entender los eventos de 1714, compré (en Holanda) la monumental biografía de John Churchill, duque de Marlborough, publicada por su famosísimo descendiente Winston S. Churchill entre 1933 y 1938, magníficamente reeditada en 2002 en dos volúmenes de más de mil páginas cada uno por la Universtity of Chicago Press (*). Tras la muerte sin herederos legítimos de Carlos II de España en 1701, Luis XIV declara a su nieto Felipe de Borbón nuevo rey de España. De un plumazo, el 'rey-sol' francés consigue España y sus colonias. Para los países protestantes, es una cuestión de vida o muerte. ¡Habrá guerra!
Dos países escasamente poblados —Inglaterra y Holanda— se enfrentan al gigante francés. Al final, consiguen una semi-victoria. En la paz de Utrecht en 1713, Francia se compromete a no unificar las coronas. Agotados por los impuestos creados para financiar el esfuerzo de Guerra, los ingleses y holandeses dan por finalizada la contienda. (Los holandeses llevaban prácticamente cuarenta años de guerra contra Luis XIV: llaman veertigjaarige oorlog al período 1672-1713). Al hacerlo, abandonan cruelmente a los catalanes [ver]. El gran artífice del semi-triunfo anglo-holandés es Marlborough, comandante de las fuerzas anglo-holandesas.
No tengo los libros de Churchill conmigo. Pero recuerdo el impacto que me causó una idea, formulada (según Churchill) por Marlborough tras la batalla de Ramillies en mayo de 1706: las tropas anglo-holandesas deben aprovechar la debilidad de Luis XIV para marchar en dirección de Versailles y derrocarlo. Es necesario forzar un cambio de regimen, convocando a los Estados Generales en representación del clero y la nobleza, para implementar en Francia un sistema de frenos y contrapesos institucionales sobre la base de la Glorious Revolution inglesa de 1688. ¡Wow! ¡Impresionante! (No he podido encontrar una sola referencia académica sobre este punto).
Winston Churchill elogia calurosamente la idea de su antepasado, que hubiera adelantado de un siglo la Revolución francesa. Pero luego deja un comentario llamativo. La empresa de Marlborough, razona Churchill poniéndose en la piel de un dirigente inglés en 1706, puede dejar a Francia irremediablemente debilitada. ¿Buena noticia para Inglaterra? Claro que sí. Pero atención: los vecinos alemanes —prusianos, bávaros y otros— tomarán nota de la debilidad de Francia. Y el equilibrio europeo se vería amenazado por la entrada en escena de un nuevo jugador. Mejor, entonces, dejar en el poder a un Luis XIV debilitado, que correr el riesgo de darle 'alas' a los alemanes.
Claramente, Churchill siente —al escribir la biografía de su antepasado— el peso de los acontecimientos en Alemania en los 1930s. Otro punto interesante en Marlborough es la completa ausencia de referencias al clima intelectual en Inglaterra en la época de la Glorious Revolution. Si bien recuerdo, John Locke es mencionado una sola vez, y no por sus escritos políticos. Las ideas políticas, según Churchill, son irrelevantes. Solo cuentan, en los grandes procesos históricos, la ambición de los líderes políticos, las relaciones de poder y de fuerza, y el equilibrio a nivel internacional. No vale la pena buscar una 'teoría de la historia' leyendo a Churchill: no la hay.
[2] La creación del Bank of England. En 1694 es creado el Bank of England (BoE). La idea es, en buena medida, importada de Holanda, donde en 1609 nace la 'madre' de todos los bancos centrales, el Amsterdamse Wisselbank. El Wisselbank emitía certificados de depósito contra oro físico. No prestaba al Estado: se conocen solamente algunos créditos (semi-secretos) a la Compañía de Indias Orientales. El BoE es lanzado tras la llegada del stadhouder holandés Guillermo III de Orange (un holandés) al trono de Inglaterra. El BoE resulta extremadamente audaz: decide emitir —¡de la nada!— billetes convertibles en oro, al portador y en cifras redondas. Gran éxito.
La confianza es tal que el BoE puede comprar títulos de deuda de la corona en billetes recién emitidos, como si fueran un depósito. (Por eso, hoy en día, los billetes y monedas son un pasivo del ente emisor). Y es así como Inglaterra y Holanda consiguen recursos para equipar los ejércitos de Marlborough y mantener en jaque al gigante francés. Luis XIV, con su gobierno despótico, no puede tomar prestado. En consecuencia, no tiene más remedio que agotar a Francia con impuestos. En Inglaterra, mientras tanto, el Act of Settlement de 1701 establece un pilar moderno de la independencia judicial: el tenure asegurado de los jueces.
El crédito y los contrapesos institucionales, como siempre, van de la mano. Winston Churchill no era un buen economista—en 1925, como Chancellor of the Exchequer, hizo retroceder a la libra esterlina a la paridad de 1914, un desastre deflacionario. Pero en Marlborough describe bien la fascinación de los extranjeros que visitaban Londres. Podían comprobar la fenomenal expansión del crédito gracias al Bank of England, que emitía billetes 'de la nada' y financiaba indirectamente el esfuerzo de guerra, en un contexto de gran confianza institucional.
(*) Winston S. Churchill. Marlborough: His Life and Times, Bk. 1, vols. i & ii. University of Chicago Press, (2002), y Marlborough: His Life and Times, Bk. 2, vols. iii & iv. University of Chicago Press, (2002).
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[1] El duque de Marlborough & el cambio de régimen en Francia. Para entender los eventos de 1714, compré (en Holanda) la monumental biografía de John Churchill, duque de Marlborough, publicada por su famosísimo descendiente Winston S. Churchill entre 1933 y 1938, magníficamente reeditada en 2002 en dos volúmenes de más de mil páginas cada uno por la Universtity of Chicago Press (*). Tras la muerte sin herederos legítimos de Carlos II de España en 1701, Luis XIV declara a su nieto Felipe de Borbón nuevo rey de España. De un plumazo, el 'rey-sol' francés consigue España y sus colonias. Para los países protestantes, es una cuestión de vida o muerte. ¡Habrá guerra!
Dos países escasamente poblados —Inglaterra y Holanda— se enfrentan al gigante francés. Al final, consiguen una semi-victoria. En la paz de Utrecht en 1713, Francia se compromete a no unificar las coronas. Agotados por los impuestos creados para financiar el esfuerzo de Guerra, los ingleses y holandeses dan por finalizada la contienda. (Los holandeses llevaban prácticamente cuarenta años de guerra contra Luis XIV: llaman veertigjaarige oorlog al período 1672-1713). Al hacerlo, abandonan cruelmente a los catalanes [ver]. El gran artífice del semi-triunfo anglo-holandés es Marlborough, comandante de las fuerzas anglo-holandesas.
No tengo los libros de Churchill conmigo. Pero recuerdo el impacto que me causó una idea, formulada (según Churchill) por Marlborough tras la batalla de Ramillies en mayo de 1706: las tropas anglo-holandesas deben aprovechar la debilidad de Luis XIV para marchar en dirección de Versailles y derrocarlo. Es necesario forzar un cambio de regimen, convocando a los Estados Generales en representación del clero y la nobleza, para implementar en Francia un sistema de frenos y contrapesos institucionales sobre la base de la Glorious Revolution inglesa de 1688. ¡Wow! ¡Impresionante! (No he podido encontrar una sola referencia académica sobre este punto).
Winston Churchill elogia calurosamente la idea de su antepasado, que hubiera adelantado de un siglo la Revolución francesa. Pero luego deja un comentario llamativo. La empresa de Marlborough, razona Churchill poniéndose en la piel de un dirigente inglés en 1706, puede dejar a Francia irremediablemente debilitada. ¿Buena noticia para Inglaterra? Claro que sí. Pero atención: los vecinos alemanes —prusianos, bávaros y otros— tomarán nota de la debilidad de Francia. Y el equilibrio europeo se vería amenazado por la entrada en escena de un nuevo jugador. Mejor, entonces, dejar en el poder a un Luis XIV debilitado, que correr el riesgo de darle 'alas' a los alemanes.
Claramente, Churchill siente —al escribir la biografía de su antepasado— el peso de los acontecimientos en Alemania en los 1930s. Otro punto interesante en Marlborough es la completa ausencia de referencias al clima intelectual en Inglaterra en la época de la Glorious Revolution. Si bien recuerdo, John Locke es mencionado una sola vez, y no por sus escritos políticos. Las ideas políticas, según Churchill, son irrelevantes. Solo cuentan, en los grandes procesos históricos, la ambición de los líderes políticos, las relaciones de poder y de fuerza, y el equilibrio a nivel internacional. No vale la pena buscar una 'teoría de la historia' leyendo a Churchill: no la hay.
[2] La creación del Bank of England. En 1694 es creado el Bank of England (BoE). La idea es, en buena medida, importada de Holanda, donde en 1609 nace la 'madre' de todos los bancos centrales, el Amsterdamse Wisselbank. El Wisselbank emitía certificados de depósito contra oro físico. No prestaba al Estado: se conocen solamente algunos créditos (semi-secretos) a la Compañía de Indias Orientales. El BoE es lanzado tras la llegada del stadhouder holandés Guillermo III de Orange (un holandés) al trono de Inglaterra. El BoE resulta extremadamente audaz: decide emitir —¡de la nada!— billetes convertibles en oro, al portador y en cifras redondas. Gran éxito.
La confianza es tal que el BoE puede comprar títulos de deuda de la corona en billetes recién emitidos, como si fueran un depósito. (Por eso, hoy en día, los billetes y monedas son un pasivo del ente emisor). Y es así como Inglaterra y Holanda consiguen recursos para equipar los ejércitos de Marlborough y mantener en jaque al gigante francés. Luis XIV, con su gobierno despótico, no puede tomar prestado. En consecuencia, no tiene más remedio que agotar a Francia con impuestos. En Inglaterra, mientras tanto, el Act of Settlement de 1701 establece un pilar moderno de la independencia judicial: el tenure asegurado de los jueces.
El crédito y los contrapesos institucionales, como siempre, van de la mano. Winston Churchill no era un buen economista—en 1925, como Chancellor of the Exchequer, hizo retroceder a la libra esterlina a la paridad de 1914, un desastre deflacionario. Pero en Marlborough describe bien la fascinación de los extranjeros que visitaban Londres. Podían comprobar la fenomenal expansión del crédito gracias al Bank of England, que emitía billetes 'de la nada' y financiaba indirectamente el esfuerzo de guerra, en un contexto de gran confianza institucional.
(*) Winston S. Churchill. Marlborough: His Life and Times, Bk. 1, vols. i & ii. University of Chicago Press, (2002), y Marlborough: His Life and Times, Bk. 2, vols. iii & iv. University of Chicago Press, (2002).
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