Tuesday, December 27, 2022

BENJAMIN CONSTANT, O LAS CONDICIONES DE LA LIBERTAD

AM | @agumack

- Léonard Burnand. Benjamin Constant. Paris: Perrin, 2022, 351 páginas.

- Benjamin Constant. De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes (1819). Paris: Mille et Une Nuits, 2022.

De paso por Lausanne, no resistí a la tentación de comprar la última biografía de Benjamin Constant (1767-1830), uno de los 'padres fundadores' del liberalismo moderno. De lado francés, en Ferney-Voltaire, conseguí una edición barata (€3) de uno de los grandes textos de Constant: De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes (1819). El libro de Léonard Burnand es una pequeña maravilla. En 19 cortos capítulos, el director del Institut Benjamin Constant analiza la agitada vida intelectual del escritor suizo-francés. Filósofo, viajero, novelista, periodista, diputado y constitucionalista de primer nivel, Benjamin Constant cambia para siempre la orientación del pensamiento liberal. 


A partir de Constant, los liberales optan por enfatizar las libertades individuales, particulares y concretas: la libertad de comprar y vender, disponer de su propiedad, viajar, difundir sus opiniones y practicar la religión de su elección—sin rendir cuentas a nadie:

La liberté en tout !

Las dos últimas palabras que Constant escribe, en 1830, son: nos libertés. El uso del plural acentúa la idea de la libertad como un conjunto de situaciones individuales y concretas, en vez de una concepción general y abstracta como la de Montesquieu, uno de sus maîtres à penser.

La vida loca
La carrera de Constant está marcada por el encuentro con la escritora Germaine de Staël (ver en Contrapesos la reseña de la biografía de Michel Winock, Mme. de Staël). Juntos ejercerán una notable influencia en la vida política francesa a partir de la caída de Robespierre en 1794. En base a documentos recientemente obtenidos, Léonard Burnand ofrece un aperçu inédito sobre la juventud del gran escritor liberal. Nacido en 1767 en Lausanne en una familiar protestante, el joven Constant sufre una temprana y duradera adicción al juego. Las consecuencias de esta adicción serán notables.

Comprensivo con su brillante pero volátil hijo, Juste Constant manda a Benjamin a estudiar a distintas ciudades europeas a medida que las deudas de juego del joven exigen un cambio de aire. Benjamin estudia en París, Edimburgo, Lausanne y Erlangen. En 1787, se escapa unas semanas a Londres y llega hasta Edimburgo. Cosmopolita, domina los principales idiomas de la ciencia política: griego clásico, latín, francés, inglés y alemán. Como otros grandes escritores sobre el gobierno moderado —Platón, Polybios, Harrington, Montesquieu y Adams—, Constant es un viajero y un estudioso de idiomas y culturas.

Las desastrosas deudas de juego le hacen sufrir, en carne propia, el costado irracional del ser humano con sus pasiones desenfrenadas. Esto no hará sino fortalecer en su mente la necesidad de establecer barreras al poder político [1].

La Charte constitutionnelle: un documento injustamente olvidado
En su gran libro sobre el gobierno mixto y la separación de poderes, el historiador suizo Alois Riklin enumera las cinco grandes 'innovaciones benéficas' del pensamiento político occidental: (1) rule of law; (2) división del poder, incluyendo el gobierno mixto y la separación de poderes; (3) límites al poder político; (4) participación en la vida política (democracia); (5) equilibrio de poderes. En conjunto, estos conceptos tienen por finalidad evitar el abuso del poder o Machtmissbrauch [2].

Las ideas constitucionales de Constant se refieren especialmente al tercer punto—los límites al poder político:

Hostile à l'idée d'un pouvoir sans frein et sans contrepoids, Constant réprouve le principe même de la souveraineté absolue, quelque soit la nature du régime (monarchique, aristocratique ou démocratique), car il estime qu'une puissance indivisée et incontrôlée est aussi dangereuse entre les mains de Caligula qu'entre celles du Comité de salut public (p. 157). « Il ne faut jamais supposer que, dans aucune circonstance, une puissance illimitée puisse être admissible » (p. 108).

Benjamin Constant es el principal impulsor de la Charte constitutionnelle (1814), una de las las primeras constituciones escritas diseñadas para una monarquía constitucional. Prácticamente ignorado hoy en día, este documento juega un papel clave en el desarrollo constitucional europeo a lo largo del siglo XIX. En la Charte, la representación política es otorgada (« octroyée ») por el rey. Este detalle tendrá un gran influencia, entre otros, sobre el constitucionalismo de Europa del Norte.

Conscientes de la necesidad de adecuar las instituciones políticas al mundo del comercio y las comunicaciones, los monarcas alemanes, holandeses y nórdicos aborrecen el desorden político. No quieren revoluciones. La solución consiste en otorgar a los ciudadanos una parte más o menos considerable del poder político. Es una jugada brillante porque dificulta la entrada en escena de grupos y/o caudillos auto-proclamados representantes exclusivos del 'pueblo soberano'—el étrange rousseauisme de la Revolución francesa, según la expresión de Marcel Gauchet, editor de los Écrits politiques de Constant.

* * *

Otro concepto defendido por Benjamin Constant es la 'responsabilidad ministerial' (De la responsabilité des ministres, 1814). El monarca constitucional es un poder neutro « capable de jouer une rôle modérateur et pacificateur en cas de litige » (p. 196). Esta idea sencilla mantiene su validez en pleno siglo XXI. En un hipotético vacío de poder, un monarca neutro, proveniente de una casa con larga tradición de respeto por la ley, entraría en escena para buscar una solución de consenso y restablecer la democracia. Es exactamente lo que sucedió en España en 1981.

Con su liderazgo, el rey Juan Carlos I desbarata el intento de golpe franquista y restablece la incipiente democracia. Este 'liderazgo residual' o 'liderazgo de última instancia' no existe en la mayoría de las repúblicas. Las consecuencias pueden ser nefastas. En la Argentina, dos recientes episodios de vacío de poder —la hiperinflación de 1989 y la crisis bancaria de 2001— se saldaron con la llegada de caudillos peronistas (Carlos Menem y Néstor Kirchner) que no tardaron en acumular la suma del poder político, con desastrosas consecuencias para el país.

El poder 'otorgado' y la responsabilidad ministerial dan vida al principio monárquico 'soft' [ver]. Los países mejor gobernados hoy en día incluyen varias monarquías: Suecia, Noruega, Dinamarca, Países Bajos, y —en menor medida— Gran Bretaña y España [ver]. Mientras tanto, Canadá, Nueva Zelanda y Australia no tienen la menor intención de declararse repúblicas. En su momento, en la Argentina, la idea de una monarchie tempérée tuvo un eco en las ideas políticas de Manuel Belgrano, José de San Martín y Miguel Martín de Güemes, defensores de una monarquía temperada.

Entre 1815 y 1830, nota Léonard Burnand, Benjamin Constant era considerado 'de izquierda'. El capítulo 11 describe con brillo las actividades de lo que más tarde se conoció como el Groupe de Coppet en referencia al 'castillo' de Jacques Necker, y luego de su hija Germaine, en el cantón de Vaud, entre Genève y Lausanne. « C'est là que Mme de Staël et Constant vont organiser la résistence libérale face à l'autoritarisme de l'Empereur » (p. 146). El grupo incluía, entre otros, los intelectuales suizos Sismonde de Sismondi, execrado más tarde por Karl Marx, y Charles-Victor de Bonstetten [3].

Un nuevo concepto de libertad
Un capítulo entero del libro del Prof. Burnand está dedicado a la conferencia de Benjamin Constant del 20 de febrero de 1819 en el Athénée de Paris. Reeditado en centenares de ocasiones, De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes es uno de los textos fundacionales del liberalismo moderno. Felicito a las ediciones Mille et une nuits por lanzar en formato de bolsillo, en 2022, una edición barata de este magnífico documento. No descarto traducirlo al castellano con notas.

Constant defiende la superioridad de la libertad —o mejor dicho: de las libertades— de la época moderna comparada con la situación de los antiguos ciudadanos griegos y romanos. La Antigüedad conocía las ideas de 'imperio de la ley', gobierno mixto y democracia directa. Pero es a nivel del individuo que las diferencias se hacen sentir. El permanente estado de guerra entre las improductivas poleis griegas obligaba a los ciudadanos a una preparación militar que exigía, en menor o mayor medida, la posesión de esclavos. 

Mantenidos en un estado de alerta y deliberación constante, los ciudadanos no tenían tiempo para dedicarse al comercio. El comercio requiere una ocupación permanente e inspira en los hombres un gusto pronunciado por l'indépendance individuelle, la "primera necesidad de los Modernos"—algo imposible de imaginar en Esparta o Roma (p. 18). Siguiendo a Montesquieu, Constant afirma que el crédito, que  nace del comercio, disminuye el principio de autoridad al limitar la capacidad de los gobiernos de oprimir a los ciudadanos [ver: "Letter to the Financial Times: Freedom to trade at odds with despotic ambitions", Contrapesos, marzo 2022].

* * *

De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes es un texto fundacional del liberalismo moderno. Pero requiere una lectura atenta. Muchos auto-proclamados 'libertarios', seducidos sin saberlo por la magnífica pluma de Constant, proclaman a los cuatro vientos la primacía de las libertades individuales. No está mal. Pero no alcanza. Ignorar la 'arquitectura' institucional que crea las condiciones para la libertad puede ser peligroso [4]. Consciente de los riesgos, Benjamin Constant notaba:

Le danger de la liberté moderne, c'est qu'absorbés dans la jouissance de notre indépendance privée, et dans la poursuite de nos intérêts particuliers, nous ne renoncions trop facilement à notre droit de partage dans le pouvoir politique (p. 40) [...] Loin donc de renoncer à aucune des deux espèces de liberté dont je vous ai parlé, il faut, je l'ai démontré, apprendre à les combiner l'une avec l'autre [...] Les institutions doivent accomplir les destinées de l'espèce humaine (p. 43). 

No hay libertad sin división del poder político [5]. Brillante. ¡Bravo Benjamin Constant! ¡Bravo Léonard Burnand!

[1] En su 'best-seller' Adolphe (1816), Constant menciona el papel de los "sentimientos apasionados" y se presenta como analista de su propia mente:  « Presque toujours, pour vivre en repos avec nous-mêmes, nous travestissons en calculs et en systèmes nos impuissances ou nos faiblesses » (II).

[2] Alois Riklin. Machtteilung: Geschichte der Mischverfassung. Darmstadt, 2006 [ver].

[3] La similitud entre el pensamiento político de Mariano Moreno y las ideas del Grupo de Coppet es notable. Moreno conocía bien De la Révolution française (1796) de Necker (ver: "Moreno y Liniers: la Gazeta del 11 de octubre de 1810", Contrapesos, 2014). Pronto daré pruebas de su interés por otros escritores liberales ginebrinos como Jacques Mallet du Pan y Jean-Louis de Lolme. En 1975, Eduardo Dürnhöfer editó un texto atribuido a Moreno sobre la importancia de la religión. Pude comprobar que se trata de la traducción de un fragmento de Principes du droit de la nature et de gens (edición de 1767, pp. 58-60), del autor ginebrino Jean-Jacques Burlamaqui. Burlamaqui era un gran defensor del gobierno mixto [ver].

[4] Así sedujo Carlos Menem a gran parte del electorado argentino en 1995. Menem hablaba de privatizaciones, libertad y desregulación—sin una sola palabra sobre el asalto a la independencia judicial y los planes de re-re-re-re-re-re-re-re-re-re-re-elección. Admito que caí en la trampa y lo voté. Poco más tarde, al entender mi error, comenzó mi pasión por los contrapesos institucionales. 

[5] Otro aspecto del pensamiento político de Benjamin Constant es su apego por las formas. Sobre esto punto, recomiendo el capítulo L'esprit des formes de Rémy Hebding en Benjamin Constant. Le libéralisme tourmenté (Paris: Max Chaleil, 2009). Esta lectura me llevó a analizar la cuestión de las formas en Montesquieu, Diderot, Constant y Mariano Moreno (1, 2, 3 y 4). Un conocido columnista de La Nación, después de leer mi entrada, se auto-atribuyó sin una mínima dosis de vergüenza gran parte de estos hallazgos.

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