Wednesday, October 14, 2009

FRENOS & CONTRAPESOS. DÓLAR & PODER; EDUCACIÓN & CAPITAL SOCIAL
"Mozart hat nie eine Schule besucht" — Hans Maier

Por AM

- Dólar & poder. En mis clases de International Political Economy suelo mencionar la política de soft-balancing de Charles de Gaulle vis-à-vis los Estados Unidos en los 1960s. Al transformar las reservas de Banque de France en oro físico, el presidente francés buscaba disminuir la influencia del dólar como moneda internacional de reserva. "¡Es a Ustedes que más les conviene!", solía explicarle a Kennedy y a Johnson. El razonamiento de De Gaulle era claro: el super-dólar crearía, para los Estados Unidos, la inevitable tentacion de sobre-exponerse militarmente en Vietnam. Los gobiernos de países superavitarios, al reciclar sus saldos en el mercado de crédito de Nueva York, mantenían las tasas de interés artificialmente bajas y facilitaban el fondeo de los Estados Unidos. El asesor económico de De Gaulle, Jacques Rueff, agregaba: la moneda de reserva exacerba los ciclos, porque crea la ilusión del déficit sin ajuste — lo que lleva a exceso de especulación, etc. Veo con agrado que Martin Wolf, del Financial Times, retoma las ideas de los 1960s: "The global role of the dollar is not in the interests of the US ... it impairs domestic and global stability". [Martin Wolf: "The rumourss of the dollar's death are much exaggerated", Financial Times]
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- Educación & capital social. Una nota de Michael Milken para el Financial Times suscita un interesante debate. La prosperidad, dice Milken, resulta de combinar capital humano y capital social — éste último entendido como la suma de los arreglos institucionales que aseguran la estabilidad de la propiedad. Un lector subraya la importancia del "y" al comparar Filipinas y Corea del Sur (los dos con PBI per capita de $1000 en los 1970s). Filipinas aplicó la receta "educación, educación, educación", pero descuidó el clima de negocios y el capital social. El resultado: los filipinos de talento emigraron a países con sueldos más altos. Con su buen sistema educativo y pésimo clima para la innovación empresaria, el país terminó subsidiando al resto del mundo. Mientras tanto, el PBI per capita de los coreanos llega hoy a $18.000, vs. solamente $1.500 para los filipinos. El punto es importante, porque también lo vemos en la Argentina: un nivel de educación bueno (hasta hace algún tiempo), junto a un pésimo marco institucional y de negocios. El resultado: dentistas argentinos en Barcelona, biólogos argentinos en Toulouse, programadores argentinos en Austin, músicos argentinos en La Haya, médicos argentinos en Ginebra, analistas de riesgo argentinos en Ámsterdam, sociólogos argentinos en París. Me encanta el lema "educación, educación, educación" — siempre y cuando no se descuide el capital social y la innovación empresaria. [Michael Milken: "Prosperity rests on human and social capital", Financial Times]
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