Por Agustín Mackinlay (*)
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El barón de Montesquieu es la autoridad para explicar la Argentina del siglo XXI. A tal punto llega mi convencimiento sobre esta idea, que estoy pensando en un pequeño libro con título Montesquieu para argentinos. Son muchos los puntos de relación. Roger Caillois, el editor de las obras completas del barón, era un gran amigo de la Argentina, y un conocido de Borges. Como empresario agrícola, Montesquieu seguía ansiosamente los vaivenes de la política comercial francesa: basado en la zona de Bordeaux, le fastidiaba la supuesta 'sabiduría' de los burócratas de París, con su tendencia permanente a intervenir, a fijar precios, a limitar exportaciones, etc. Pero mi fascinación por Montesquieu y la Argentina tiene que ver con la economía política del gran autor francés. Su magistral análisis de la tasa de interés y de la recaudación fiscal en naciones sin independencia judicial se aplica hoy más que nunca a nuestro país. (En su prólogo a la edición francesa de la Teoría General, John Maynard Keynes califica a Montesquieu como el "mejor economista francés de todos los tiempos").
Los prejuicios de Montesquieu con respecto a España y a los españoles, exagerados por sus discípulos Raynal y Diderot en la Historia de las dos Indias, contribuyen en buena medida a formar la opinión de Napoleón Bonaparte. ¡Muy importante para entender 1810! Otra razón para estudiar de cerca al autor del Espíritu de las leyes es su constante búsqueda de relaciones causales entre los fenómenos sociales. Como bien dice su biógrafo Jean Lacouture, Montesquieu tenía la "passion de trouver partout et toujours une cause de relation à effet" [1]. Consciente del riesgo de llegar a síntesis prematuras, el francés dedica 20 años de su vida a establecer con gran prudencia sus resultados. Exactamente como hará su admirador Alexis de Tocqueville un siglo más tarde, Montesquieu estudia las instituciones de los demás países no necesariamente para recomendarlas a Francia, sino para que los lectores entiendan mejor el porqué de tal o cual situación. Una de estas relaciones es el vínculo entre la ausencia de "proceso debido" y la ... crisis fiscal. Fue el miércoles pasado, al leer las muy buenas notas de Mariano Grondona [ver] y de José-Luis Espert [ver] en La Nación, que recordé esta idea del genial francés.
Los impuestos como precio de la libertad
Los impuestos, dice Montesquieu, son el precio que los ciudadanos pagan por su libertad. En el famoso capítulo 12 del libro XIII, el autor anuncia: "Règle générale : on peut lever des tributs plus forts, à proportion de la liberté des sujets". Montesquieu define la libertad como la opinión que los ciudadanos tienen de su seguridad. Ahora bien, proceso debido significa seguridad y ... libertad. Para Montesquieu, un condenado que será ejecutado mañana, pero que ha sido juzgado en Inglaterra —es decir: con testigos, abogados defensores, jurados y todos los procedimientos formales del caso— es más libre que cualquier ciudadano del resto del mundo. De esta manera, Inglaterra evita la crisis fiscal. "La liberté est proportionnelle au nombre et aux modalités des procédures judiciaires qui permettent de protéger les droits individuels, en particulier l'innocence", escribe Céline Spector en su análisis de los impuestos en Montesquieu [2]. ¡No hay libertad sin proceso debido! ¡No hay recaudación sin libertad! A buen entendedor, pocas palabras: en ausencia de proceso debido, habrá ... crisis fiscal.
En un texto de juventud analizado por Jean Ehrard, Montesquieu le propone al regente Philippe d' Orléans, en 1716, una salida innovadora para la crisis fiscal: aumentar la recaudación dando más libertades a las ciudades y a las provincias. Poner fin al agobiante despotismo de Luis XIV, argumenta el bodeguero-philosophe-economista de Bordeaux, redundará en más recaudación impositiva [3]. ¡Brillante! Liberté, securité, fiscalité! Tal vez todavía nos cueste percibir estas relaciones en la Argentina: a menudo, los economistas escriben sobre la crisis fiscal pero descuidan la cuestión institucional-judicial; al mismo tiempo, los analistas políticos escriben sobre el proceso debido pero no sobre la crisis fiscal. Está claro que, para ser formulados de una manera más convincente, estos planteos requieren evidencia empírica imposible de presentar en esta columna. (Jeremy Bentham criticaba a los philosophes por su falta de seriedad al respecto). Estoy trabajando sobre estos puntos. Mientras tanto, dos cosas parecen claras en la Argentina: hay crisis fiscal y hay serias dudas sobre la solidez de los procedimientos judiciales. La innovadora hipótesis de Montesquieu merece ser analizada. Lo que parece absurdo hoy, será el consenso de mañana ...
(*) Associate professor de International Political Economy, Universidad de Leiden (Holanda). Drs. en Humanidades, Universidad de Amsterdam (cum laude); Advanced Studies in International Economic Policy Research, Kiel Institut für Weltwirtschaft. Premio Roosevelt Study Center 2006; Premio LA NACIÓN 1989 y 1991.
[1] Jean Lacouture. Montesquieu. Les vendanges de la liberté (Paris: Seuil, 2003); [2] Céline Spector: "Quelle justice? quelle rationalité? La mesure du droit dans l'Esprit des lois", Studies on Voltaire and the Eighteenth Century, 2005; [3] Jean Ehrard: "A la découverte des finances publiques : le Mémoire sur les dettes de l'Etat" (Grenoble: Cahiers Montesquieu, 1999), pp. 127-142.________
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