Sunday, April 21, 2013

"LEYENDA Y REALIDAD": BORGES & PERÓN
"...la corrupcción de las almas, el robo..." — Jorge Luis Borges

AM | @agumack

Llegué a este texto de Borges por una referencia en la biografía del prof. Edwin Williamson: Borges. A Life (Nueva York: Viking, 2004). Me costó encontrarlo porque confundí La Razón, donde el texto se publica el 26 de mayo de 1971, con La Prensa, que lo da a conocer dos días después junto a La Nación. (Me atendieron muy bien en la Biblioteca Nacional). [Nota: esta entrada es muy parecida a una de mi blog anterior, publicada en octubre de 2007]. Borges, siempre obsesionado por la idea de lo cíclico, piensa que Perón desperdicia una oportunidad única de quebrar el eterno ciclo del fracaso argentino. 

* * *

(Lo mismo, dicho sea de paso, se aplica a Carlos Menem y a Néstor Kirchner). Los ciclos políticos de la Argentina pueden interpretarse con un esquema "polibiano": el elemento aristocrático y el elemento democrático luchan en vano por monopolizar el poder; al hacerlo, impiden la fundación de un régimen mixto. Y se deslizan, respectivamente, hacia la oligarquía y la demagogia. Ante el fracaso de la aristocracia ―Borges la llama "oligarquía ilustrada"― el peronismo (el elemento democrático) es incapaz de echar las bases de un régimen de convivencia. Intenta concentrar el poder en beneficio propio, y al hacerlo fracasa tan estrepitosamente como ... la aristocracia. 

A notar, de manera especial, el vínculo entre concentración del poder, censura, e inestabilidad de la propiedad [ver]. Este es el texto completo, publicado bajo el título "Leyenda y realidad":

Quince años han bastado para que las generaciones argentinas que no sobrellevaron, o que por obra de su corta edad sólo sobrellevaron de un modo vago el tedio y el horror de la dictadura, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue aquella época. Nacido en 1899, puedo ofrecer a los lectores jóvenes un testimonio personal y preciso.

No prometo ninguna revelación; me limitaré a notar ciertos hechos que fueron del dominio público y que un olvido cómplice o candoroso ha tergiversado.

No en vano acabo de dictar la palabra 'cómplice'. Esta palabra es de las que mejor pueden definir estos tiempos aciagos. Benedetto Croce observó: 'No hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas.' La observación es aplicable a nuestra República y a nuestro remedo vernáculo del fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: 'Soy peronista'. En los años de oprobio, nadie se atrevía a formular en el diálogo semejante declaración que lo hubiera puesto en ridículo.

Quienes lo eran públicamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque to tomaran en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama 'viveza criolla'. Fuera de algunos individuos de la Real Academia Española —cuyo sentido del idioma era deficiente— nadie creyó en el 'justicialismo', monstruo neológico que con su eco inexplicable sigue dando horror a una página del abultado diccionario.

Recuerdo las melancólicas celebraciones del día 17 de octubre. El dictador traía a la plaza de Mayo camiones abarrotados de asalariados adictos, por lo común de tierra adentro, cuya misión era aplaudir los toscos discursos, los cuales eran tremebundos cuando todo estaba tranquilo, o conciliadores y pacíficos si las cosas andaban mal.

El 17 de octubre, los almacenes recibían orden de cerrar para que los devotos no se distrajeran en ellos y arribaran sin tentaciones a la plaza de Mayo. Ahí coreaban servilmente 'Perón, Perón, que grande sos' y otras afusiones obligatorias. Solían, asimismo, vociferar 'La vida por Perón', decisión retórica que olvidaron, como el propio Perón, en cierta mañana lluviosa de septiembre de 1955. Diríase que el triste destino de Buenos Aires —conste que soy porteño— es engendrar cada cien años un tirano cobarde, del cual luego nos tiene que salvar las provincias.

El dictador fue un nuevo rico. Dada su casi omnipotencia, hubiera podido instaurar una rebelión de las masas, enseñándoles con el ejemplo ideales distintos, pero se redujo a imitar de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulaba combatir: la ostentación, el lujo, la profusa iconografía, el concepto de que la función política deber ser también una función pública, el amor de los deportes británicos y el culto literario del gaucho. En todo esto abundó la exageración característica del guarango. Inundó el territorio del país con imágenes suyas y de su mujer. Su mujer, cuyo cadáver y cuyo velorio usó para fines publicitarios.

Lo anterior es meramente personal y baladí, si lo comparamos con la corrupción de las almas, con el robo para el cual se prefiere el nombre de negociado, con la picana eléctrica aplicada a los opositores y a toda persona sospechada de ser 'contrera', con la confiscación de bienes, con las pobladas cárceles políticas, con la censura indiscriminada, con el incendio de archivos e iglesias, con el fusilamiento de obreros en la secreta soledad de los cementerios y con la abolición de la libertad. ¡Tantas atroces y sonrientes efigies y ni una sola caricatura; tantos interesados panegéricos y ni una sola sátira!

Otra estigma de la época, hoy profundamente pretérito, fueron las delaciones costeadas con el dinero público. Sé de señoras y de niñas que se prestaban al ejercicio regular de esta indiscreción lucrativa. Otro soborno fue el aguinaldo, curiosa medida económica —imitada nunca sabré porqué por los gobiernos ulteriores— según la cual trabajan doce meses y se paga trece. Esta ridícula y onerosa medida ha sido decorada con el título de 'conquista social'.

Ningún encono personal me dicta la apresurada redacción de estas notas; hará tres o cuatro generaciones que dejé de ser hacendado, cuando Rosas, primo de mis abuelos, les confiscó las tierras que aún guardan los nombres de mi sangre. Perdóneme el lector el atrevimiento de haberle recordado males que todos conocen, pero que ahora inexplicablemente se olvidan.

Borges en Mackinlay's: "Notas de lectura III" (28 de agosto); "Los conjurados" (22 de agosto); "Notas de Lectura I"; "Notas de Lectura II"; "Borges y Longfellow" (1 de junio); "Borges y la anaciclosis argentina" (28 de febrero); "Carta al Financial Times: Mr. Gurría-Quintana's Borges" (14 de febrero); "Borges y el Rule of Law" (9 de febrero).
______________

2 comments:

  1. Agustín, con toda humildad sugiero que (tal vez sea una idea mía únicamente) que deberías incluir una aclaración de que los "regímenes mixtos" en la antigüedad daban cuenta de la "representación" de los "sectores sociales" (no clases sociales)y es diferente a la "representación" moderna basada en la división de poderes.
    Por lo tanto, existe una gran diferencia entre "República en sentido antiguo" y "República en sentido moderno".

    ReplyDelete
  2. Pablo.

    Buen punto. (Intenté precisarlo justamente en mi libro de 2009, El Enigma de Mariano Moreno). En el esquema de Polibio, hay 3 formas originales --monarquia, aristocracia, democracia-- que degeneran (cuando no hay mikté) en tiranía, oligarquía y 'mob rule'. Creo que Borges tiene el esquema clásico en mente. Su punto de vista es muy general, deliberadamente abstracto, y no entra en este nivel de detalle.

    Pero sin dudas planteas un buen punto. Gracias,

    AM

    ReplyDelete