Sunday, November 13, 2016

DONALD TRUMP & LOS CONTRAPESOS (I)

AM | @agumack

"Checks and balances are our only security" — John Adams

No hay análisis del triunfo electoral de Donald Trump que no contenga las palabras 'anger', 'ira', 'Ärger', 'colère', 'colera', 'cabreo', 'enojo', 'furia', etc. En una nota publicada este fin de semana por el Financial Times, Francis Fukuyama explica el mal humor del electorado estadounidense por el estancamiento de las clases no-urbanas atribuible al cambio tecnológico y a los efectos de la competencia de China, México, etc. Con buen criterio, Fukuyama añade: "This long-term story was hugely exacerbated by the US subprime crisis of 2008, and the euro crisis that hit Europe a couple of years later" [1]. Ya analizamos en Contrapesos el impacto de las crisis financieras sobre el humor en una república—es algo que los argentinos conocemos bien. En su enojo, la gente clama por un déspota capaz de poner orden y dar castigo a los culpables. Es el contexto de los magníficos frescos del pintor de Siena Ambrogio Lorenzetti [ver]. El pueblo pide a gritos la llegada del emperador. No importa si se pierde el régimen republicano con sus representantes y su justicia equilibrada:

Viva lo 'nperadore e muoia li Nove

Hoy en día, la ira es el tema dominante; analizando el legado de Martin Luther a medio milenio de la Reforma protestante, un comentarista describe al monje de Wittemberg como "the first angry man who unleashed forces of populism, aided by modern media of the printing press, from which he later recoiled" [2]. Antes de continuar, me permito un comentario muy personal sobre la ira. Hace poco sentí algo parecido a lo que muchos votantes seguramente expresaron el otro día en los Estados Unidos. En la escuela de negocios de Barcelona en la que enseño, me propusieron cambiar mi contrato por horas por un puesto fijo. La idea me interesaba: ya no tendría que negociar cada semestre los cursos y los horarios. Tenía razones para confiar en mí—mis evaluaciones son espectaculares, y me acababan de otorgar el Prince Fellow Award for distinguished excellence in teaching.

De pronto llega la bomba: me ofrecen un sueldo fijo ... ridículo. Era obviamente una estrategia negociadora; el management esperaba un contra-propuesta mía mucho más alta. Pero inicialmente no lo tomé así. Durante unos veinte segundos, mi mente se nubló por completo. La sangre tardaba en llegar a mi cerebro. Me costaba respirar. ¡La ira! Perdí toda perspectiva racional. ¡Hasta me imaginé tirando piedras en una manifestación! Afortunadamente, la bronca duró poco; hoy sigo muy contento con mi trabajo pagado por horas, que me da flexibilidad para dedicarme a otras cosas. Pero por primera vez tuve la sensación de entender el voto populista. Y recordé las primeras líneas de De ira de Séneca:

Se describe la ira como una pasión agitada, desenfrenada, basada en el resentimiento y en la sed de sangre, y cuyo último propósito es la venganza. La ira no obedece a la razón. Se mencionan los efectos nocivos de la ira (asesinatos, envenenamientos, naciones destruidas…) como elementos significativos de su invalidez intrínseca. La ira es enemiga de la razón y por tanto solo se da en los seres capaces de razón [...] La ira lleva al aislamiento, se nutre de maldad y hiere hasta al amigo más cercano ... hay que rechazar los impulsos de la ira en su misma raíz. Cuando el ánimo se identifica con las pasiones, ya no puede servir de freno.

* * *

Los lectores de Contrapesos conocen mi posición sobre el populismo, de izquierda o de derecha. La única alternativa es un régimen institucional basado en la independencia judicial, la libertad de prensa, un banco central independiente. Desde Tucídides y Heródoto hasta Plutarco, pasando por Platón, Aristóteles, el gran Polibio, Cicerón —y mucho más tarde Santo Tomás—, el equilibrio político pasa por la idea de gobierno mixto, mezcla de democracia, monarquía y aristocracia. La versión moderna del equilibrio político llega con Locke, Montesquieu, De Lolme y El Federalista. Se trata de hacer imposible el gobierno despótico—sin descuidar pour autant la necesidad de un poder político firme. Llevo años intentando medir estos checks and balances o contrapesos [ver]. Un dato interesante, y que sorprende a muchos: la posición de los Estados Unidos en materia de contrapesos no es nada brillante—y no hay razones para pensar que mejorará en el futuro. Sobre este punto, vale la pena mencionar una nota de The Economist sobre Canadá [3]:

Canada has a further economic lesson to impart in how it protects people hurt by globalisation. Compared with America, its publicly financed health system lessens the terror of losing a job; it also provides more financial support and training to people who do. Perhaps most important, this mixture of policies—liberal on trade and immigration, activist in shoring up growth and protecting globalisation’s losers—is a reminder that the centrist formula still works, if politicians are willing to champion it. Instead of folding in the face of opposition to liberal policies, Mr Trudeau and his ministers have instead made the case for them.

O sea: Canadá provee una red de seguridad a los desafectados por la globalización. Esto cuesta caro: por eso gracias a un estricto régimen de contrapesos —único posible antídoto a la corrupción— quien paga impuestos tiene la sensación de pagarse a sí mismo. ¡Magnífica lección de gobierno mixto! La protección ofrecida al elemento democrático (el 'pueblo') disminuye la tentación populista. Los contrapesos funcionan. El completo free market estadounidense, en cambio, hoy presenta su legado más temible: Donald Trump presidente. El muy 'wickselliano' Bank of Canada, mientras tanto, no permite excesos en las diferencias entre tasas de interés de largo plazo y la tasa interbancaria que controla, lo que disminuye el riesgo de crisis financiera. A menor riesgo de crisis financiera, menor riesgo de populismo. Con razón The Economist titula: "Liberty moves north".

Y esto nos lleva al tema de esta nota: Donald Trump y los contrapesos. Continuará.

[1] Francis Fukuyama: "US against the world?", Financial Times, 12-13 de noviembre de 2016

[2] Frederick Studemann: "Every century has a Martin Luther of its own", Financial Times, 8 de noviembre de 2016.

[3] The Economist: "Liberty moves north", 29 de octubre de 2016.
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3 comments:

  1. https://www.dissentmagazine.org/blog/trump-victory-regime-change-lessons-autocrats-erdogan-putin

    Ver este artículo Agustín.

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  2. ¡Felicitaciones, su Alteza-Fellow! "Award" me suena más distinguido que "Prize". Más aún en materia de enseñanza.
    Me gustaría ser tu alumno en Barcelona, pero me conformo con tus clases en este blog - que no son poca cosa.
    Cordial saludo,
    Federico

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  3. A mi me llama la atención que en un blog experto en el tema de frenos y contrapesos se considere tan fácil que un individuo cualquiera haga lo que se le antoje en un país como EEUU.

    No hay acaso frenos y contrapesos en EEUU? Trump tiene mucho contrapeso político incluso desde su propio partido, con secretarios provenientes del famoso 'establishment' que lo combatió, del Heritage Foundation y del Cato Institute.

    Un gobierno sólo puede ser populista si no existen contrapesos suficientes para detener una autocracia. Ahora, olvidás la arbitrariedad a puro decreto y designación de jueces de la suprema corte, con que se manejó Obama durante sus 8 años de gobierno? Supongamos que los contrapesos en EEUU se han debilitado. Si Trump es populista y un peligro para EEUU, es la causa? O será la consecuencia de la debilitación de las instituciones del gobierno anterior, cuya continuidad estaba en Clinton? Bajo la tesis de que Trump va a gobernar de manera autocrática, qué hizo el genial gobierno de Obama para evitar que cualquiera que tome el poder pueda hacer lo que le de la gana? Nada, sino todo lo contrario.

    Incluso asumiendo esa supuesta autocracia que va a ejercer Trump, se enfocan mucho en él, manifiestan toda su fobia contra él, pero no veo autocrítica alguna sobre quiénes le allanaron el camino. Será que el gobierno anterior era autocrático con ideas más aceptables? Y bueno, entonces los trumpofóbicos son los primeros culpables. La debilitación de los frenos y contrapesos no tiene color político. Si la aceptás para un lado, entonces no te quejes de que un cambio de viento político termine alimentando una autocracia que no te gusta.

    Me parece que te ha ganado la pasión exacerbada por el peso mediático del antitrumpismo.

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