Wednesday, December 16, 2009

LIBROS. SCHUMPETER & LA ECONOMÍA DE LA INNOVACIÓN

. Thomas K. McCraw. Prophet of Innovation. Joseph Schumpeter and Creative Destruction. Harvard University Press, 2007 [web] [prólogo][Nota: ver este anexo como complemento posterior a la reseña].

Por Agustín Mackinlay (*)

Escribir una reseña de esta fenomenal biografía de Joseph A. Schumpeter (1883-1950), el "padre" de la economía de la innovación, es una tarea particularmente placentera. También creo que tiene cierta utilidad: dudo que el libro circule algún día por América del Sur. Agobiados por los déficits, por la amenaza de la inflación y por la endeblez institucional, la gran mayoría de los economistas argentinos ignora la economía de la innovación. La obsesión por los deficits nos convierte en contadores, y desvía nuestra atención de las cuestiones propiamente económicas. (Toda una generación de economistas argentinos ha sido formada bajo la influencia de los esquemas contables del Dr. Ricardo Arriazu). El resultado está a la vista: en lo doméstico, una economía frágil, atada a transitorios "booms" en el precio de los commodities; en lo internacional, una falta de comprensión del fenómeno de la innovación, generalmente despreciado como simple "burbuja especulativa".

Desde 1994-1995, con la llegada del buscador-web de Nestcape y la consecuente "revolución" de la internet, el interés por la obra de Schumpeter no ha dejado de crecer. Más de cincuenta años después de su muerte, Schumpeter finalmente logra desplazar a Keynes, su eterno rival. Como una innovacion nunca viene sola (otra idea del austriaco), hemos asistido —y estamos asistiendo— a un verdadero "boom" de innovación, particularmente en los rubros de energía, medicina y biología. Por esta razón, decenas de artículos y seminarios dan cuenta de las principales ideas del economista austriaco. Pero hacía falta una visión panorámica, que nos permitiera entender las ideas de Schumpeter en el contexto increíblemente agitado de una vida que abarca las dos guerras mundiales y la depresión de los 1930s. Esta es la principal virtud de Prophet of Innovation, el libro de Thomas McCraw.

La economía de la innovación: los cinco casos & la creación de crédito
A pesar de su admiración por los grandes economistas de finales del siglo XIX (Menger, Jevons, Walras, Marshall), Schumpeter opta por un camino radicalmente distinto en su Teoría del desarrollo económico (1911). La esencia del capitalismo, advierte el joven economista, es el dinamismo — ¡no el equilibrio estático! Un capitalismo inmóvil sería una contradicción en los términos. "Stabilized capitalism is a contradiction in terms ... The history of capitalism is studded with violent bursts and catastrophes. It is no gentle process of adjustment but something more like a series of explosions" (p. 255, 270). Schumpeter establece cinco casos de innovación: [1] La introducción de un nuevo bien (ejemplo moderno: Viagra, un mercado de $2.5 billion anuales); [2] La introducción de un nuevo método de producción o comercialización de bienes existentes (Amazon); [3] La apertura de nuevos mercados (McDonald's en Rusia); [4] La conquista de una nueva fuente de materias primas (energía eólica); [5] La creación de un nuevo ... monopolio (Microsoft, Google).

En 1942, Schumpeter bautizará este proceso como Destrucción Creadora, que McCraw define como una de las metáforas económicas más exitosas, solamente eclipsada por la "mano invisible" de Adam Smith. "El proceso de Destrucción Creadora", escribe Schumpeter con mayúsculas, "es el hecho esencial del capitalismo". Su protagonista central es el emprendedor innovador. Se trata de un individuo fuera de lo común por su vitalidad y por su energía sin límites. Siempre sigue adelante; jamás se deja décourager por fracasos temporarios. El innovador no es un inventor. Este último es generalmente un genio, un técnico/científico amateur o de profesión. El emprendedor crea mercados para los inventos de los genios. Se destaca por su perseverancia y por su ambición, no por su genialidad. Su motivación va más allá de la riqueza, del simple hedonismo: el emprendedor schumpeteriano —ese New Man que proviene de cualquier clase social— sueña con crear un imperio, una dinastía. McCraw nos ayuda a "ubicar" esta idea: el entrepreneur de Schumpeter está a mitad de camino entre el líder carismático de Weber y el "super-hombre" de Nietzsche.

Un elemento esencial de la economía de la innovación es la creación de crédito. Otra vez, McCraw resume el punto de manera eficaz: "The core ethos of capitalism looks constantly ahead and relies on credit in launching new ventures. From the Latin root credo —'I believe'— credit represents a wager on a better future ... In the absence of credit, both consumers and entrepreneurs would suffer endless frustrations" (p. 7). El proceso de innovación en los mercados de bienes y servicios coincide con la puesta en marcha de la ... ¡innovación financiera! Este punto es de una importancia fundamental. La innovación financiera ("overdrafts" británicos para los ferrocarriles estadounidenses en los 1850s, "car loans" de General Motors en los 1920s) es en sí misma un proceso sumamente arriesgado (p. 267). ¡Muchos perderán dinero! De manera increíble, estamos viendo hoy mismo un ejemplo de lo que Schumpeter tenía en mente hace casi cien años.

Innovaciones como los Credit Default Swaps (CDS) y las Collateralized Debt Obligations (CDO) han facilitado el fenomenal "boom" de liquidez de 2002-2007, pero también han generado ... ¡grandes pérdidas! (Merrill Lynch, Bear Stearns, Citigroup, etc). En otras palabras: las "burbujas" y la "especulación financiera" forman parte intrínseca del desarrollo capitalista. Son dos caras de la misma moneda: "Financial speculation, though it gets a very bad press, is an important part of this process. Speculators often turn out to be investment bankers funding the entrepreneurs who in turn push innovations through the economy" (p. 178). Es común, en la Argentina, denostar a los operadores de Wall Street por su comportamiento aparentemente anti-social. Como en toda actividad humana, existe fraude en Wall Street — a menudo salen perdiendo pequeños ahorristas mal informados. Pero una cosa es clara: sin innovación financiera, no hay emprendimientos innovadores, con todo lo que implica en materia de creación de riqueza y empleo.

La economía de la innovación: el estímulo a la demanda & las políticas públicas
El temor a la innovación proviene de un persistente cliché: la innovación destruye puestos de trabajo. Nada más alejado de la realidad, argumenta Schumpeter en Business Cycles (1939). La baja de precios —resultado universal de la innovación (ver la fenomenal baja en los precios de las computadoras personales)— estimula la demanda y permite la expansión de la actividad económica. El resultado: más y mejores puestos de trabajo. Las principales víctimas de la destrucción creadora no son los trabajadores, sino ... ¡los capitalistas derrotados por otros más astutos! (pp. 429-430). Ciertamente, el capitalismo crea desigualdad: la riqueza del emprendedor exitoso es muy superior a la del ciudadano común. Sobre este fenómeno, Schumpeter sugiere tener en cuenta dos puntos: (a) nada asegura la posición en el tope: el éxito crea imitadores, y los exitosos de hoy pueden muy bien ser los perdedores de mañana; (b) la disparidad aumenta, pero también lo hace la riqueza absoluta: la situación económica de "las masas" no ha dejado de mejorar con el acceso a bienes y servicios cada vez más baratos. En cambio, en la Unión Soviética, observa Schumpeter hacia 1938, el proletariado está "más explotado que en la época de los zares" (p. 364). (Dicho sea de paso, estamos asistiendo hoy mismo, con la incorporación de China, Rusia y la India al capitalismo global, al mayor "boom" de creación de riqueza en la historia de ... ¡la civilización!)

Joseph Schumpeter dedicó una gran parte de su actividad a promover políticas públicas basadas en la innovación empresaria. En la caótica Austria de la posguerra de 1918, en la cual actúa sucesivamente como profesor, ministro de finanzas y banquero privado, Schumpeter insiste sobre la importancia de promover la actividad empresaria. Facilitar la inversión extranjera directa, derrotar la inflación, promover la creación de crédito, modernizar el sistema financiero, bajar las tasas impositivas para aumentar la recaudación (un anticipo de Arthur Laffer): éstas son los principales herramientas de un país para estimular la innovación empresaria. Naturalmente, no pueden faltar dos pilares esenciales: "... a modern concept of private property and a framework for the rule of law" (p. 148). Nombrado profesor de la Universidad de Bonn a comienzos de los 1930s, Schumpeter se inquieta por la ausencia de independencia judicial en la república de Weimar: el sistema judicial es mucho más estricto contra los comunistas que contra los ideólogos de extrema derecha (p. 170). Y cuando Franklin D. Roosevelt intenta "copar" (pack) la Corte Suprema, ampliando la cantidad de miembros, Schumpeter cree que el presidente puede causar un verdadero colapso institucional (p. 319).

En Business Cycles y en Capitalism, Socialism and Democracy (1942), el economista austriaco —instalado en Harvard desde 1932— desarrolla un clásico (y sorprendente) argumento relativo a los monopolios. Nuevamente, estamos ante un punto de gran actualidad. La idea es sencilla: cuando un emprendedor alcanza una posición monopólica (como resultado de sus innovaciones, no de contactos políticos), de inmediato genera centenares de ... ¡imitadores! Su posición es más frágil de lo que parece: "High entrepreneurial profits are always temporary" (p. 355). El riesgo para los policy makers es aplicar políticas anti-trust muy severas. Por un lado, no resultan muy útiles: tarde o temprano, la competencia se encargará de hacerle la vida imposible al monopolista. Por otro lado, pueden frenar el estímulo a la innovación. Bill Gates y Microsoft ofrecen un ejemplo muy actual. Los europeos suelen quejarse por la falta de un "Microsoft o Google europeo". Sin embargo, se muestran durísimos en términos de regulaciones anti-monopolio contra la compañía del Sr. Gates. Al hacerlo, crean el riesgo de des-incentivar la llegada de un "Google europeo", cuya razón de ser es precisamente ... una posición monopólica. El esfuerzo de los reguladores tiende a ignorar la implacable realidad del mercado: los imitadores.

No pasa un día sin que veamos la salida de un nuevo sistema operativo o de una nueva aplicación para PCs. ¡Todos quieren ser el nuevo Bill Gates!Schumpeter aclara repetidamente que la gran empresa, que hoy llamamos "multi-nacional", es algo conceptualmente disitinto del monopolio. La prensa y los intelectuales intentan equipararlos, pero la realidad es que no existen monopolios de largo plazo. El big business es en sí mismo una importante innovación desde el punto de vista de las finanzas y del management: su tamaño le permite optimizar el uso de nuevas tecnologías (p. 266). Las grandes empresas constituyen una fuerza positiva en términos de innovación y crecimiento; aunque tienen mala prensa, han contribuido de manera decisiva al mayor salto —desde el punto de vista del progreso económico— jamás visto en la historia (p. 355). Pero Schumpeter no era un "libertario" al estilo de Ludwig von Mises. Desde su punto de vista, la economía mixta resultaba irremplazable. Con buen criterio, McCraw dedica un capítulo a esta idea: "Toward the Mixed Economy" (pp. 422-441). Aunque no logró una caracterización precisa de la economía mixta —era un fenómeno relativamente nuevo— Schumpeter advertía que el "Estado amfibio", al final del día, fortalecía el capitalismo en lugar de debilitarlo (p. 425). En la medida que el Estado moderno lograba conservar valores humanos, permitía salvar al capitalismo de ... sí mismo. (Esto me recuerda la conclusión de Conrad Black sobre FDR: su "progresismo" salvó a Occidente y al capitalismo). Aclarado este punto, Schumpeter advertía sobre la tentación —y el grave peligro para los propios trabajadores— de reemplazar progresivamente el capitalismo, el sistema más productivo jamás concebido.

Marx, Keynes y Schumpeter
A lo largo de su carrera como economista y sociólogo, Schumpeter lee y relee a las principales figuras de las ciencias sociales. En 1883 muere Karl Marx; también nacen Keynes y Schumpeter. La lectura de Marx es una de las más fructíferas. Por un lado, Schumpeter subraya la importancia de Marx como economista: es uno de los primeros en reconocer tanto la inmensa capacidad productiva del capitalismo, como el papel jugado por los empresarios. En el Manifiesto Comunista, Marx "lanza un panegírico sobre los logros burgueses que no tiene igual en la literatura económica" ("The Communist Manifesto in Sociology and Economics", Journal of Political Economy, Vol. 57, junio 1949). El gran mérito de Marx es su percepción del capitalismo como un sistema dinámico: "Marx saw more clearly than anyone else the dynamism of the capitalist engine" (p. 457). Su error es la falacia de la "dictadura de proletariado" como profecía históricamente inevitable. Marx, por otra parte, se equivoca al no distinguir entre emprendedor y capitalista, y al negar la movilidad social intrínseca del capitalismo.

Desde el punto de vista de la cultura política argentina (y latino-americana en general), el "diálogo" Keynes-Schumpeter es aún más importante. Escribo "diálogo" entre comillas porque, si bien los dos se conocían e intercambiaban cartas, también se detestaban ... cordialmente. Parte del problema está en el espantoso timing de Schumpeter. En 1939, en plena depresión económica, se le ocurre publicar Business Cycles, un monumental "canto" al capitalismo: no era la mejor manera de hacerse popular. En los 1930s la gran "estrella" de la profesión es John Maynard Keynes, autor de la General Theory of Employment, Interest and Money (1936). Mientras Schumpeter trabaja solo en Harvard, Keynes aprovecha el aporte de un brillante grupo de colaborades en Cambridge. Schumpeter se considera a sí mismo un puro investigador científico; Keynes pretende ser visto como un líder de opinión que no duda en proponer medidas concretas. El austriaco siempre contempla el largo plazo; al inglés se le atribuye la famosa frase: "En el largo plazo estamos todos muertos". Schumpeter es el economista de la oferta y del análisis "micro" o bottom-up; Keynes es el economista de la demanda y del análisis "macro" o top-down. En las más de 400 páginas de la General Theory, agrega McCraw, Keynes no menciona ni una sola empresa o empresario: Schumpeter queda azorado al comprobar que el libro de economía más popular del momento "dismisses the outstanding feature of capitalism" (p. 274).

Schumpeter veía un serio peligro con la popularidad del "keynesiamismo": en la práctica, sus recetas no eran reversibles. Aumentar el gasto público y bajar los impuestos para enfrentar una situación temporaria de falta de dinamismo económico era algo entendible: pero creaba serios riesgos. La popularidad de estas medidas hacía impensable, desde el punto de vista político, su "reversión" una vez recobrada la normalidad: "... effective state action was more tortuous and difficult than Keynes was wont to assume" (p. 467). En la Argentina, algo tan sencillo como esto escapa a la mente de muchos economistas. Cuando el Sr. Bernardo Grinspun inicia su programa supuestamente "keynesiano" en 1984, comienza el camino hacia la hiperinflación — un ataque sistemático contra los intereses de la clase trabajadora. (Mientras tanto, los amigos del ministro, naturalmente, compraban viviendas a tasa fija en los bancos oficiales). Pero Schumpeter formula una crítica aún más severa. El argumento, presentado en la reunión de la American Economic Association de 1948, es crucial para entender nuestra cultura política-económica pseudo-keynesiana.

En los párrafos introductorios de Economic Consequences of the Peace, el libro de 1919 que establece la fama de Keynes, Schumpeter detecta el núcleo de lo que más tarde se llamará keynesianismo: "... these paragraphs created modern stagnationism". Keynes pensaba que el sistema de la libre empresa estaba llegando al estancamiento permanente: al crecer y generar riqueza, los países disponían de menos oportunidades de inversión. Frente a esta visión pesimista, solo el gobierno era capaz de crear estímulos para la actividad económica. Leo y releo estas páginas de Prophet of Innovation, y recuerdo mis propias ideas económicas antes de 1994-1995. Me veo como un (todavía) joven economista internacional, preocupado por las fuentes de demanda en la Argentina y en la economía mundial. Esta preocupación, típica de muchos colegas, era la de un "stagnationist" pesimista. Luego vino el "boom" de la internet, con su fenomenal ola de innovación empresaria, y comprendí mejor la raíz de la critica de Schumpeter: la innovación es en sí misma —gracias a la baja de precios que impulsa, y a la creación de nuevos mercados— el mejor (y el único verdaderamente durable) "shock de demanda". McCraw destaca bien este punto: en 1948, en plena ola de prosperidad económica, y frente a un auditorio repleto de economistas keynesianos, el optimista Schumpeter se da el lujo de subrayar el dinamismo infinito del capitalismo, donde la innovación continua es "endógena". Para el austriaco, el deseo de progreso económico no tiene límite — aún en las sociedades más ricas.

Conclusión: un libro valioso — pero no espere verlo pronto en Buenos Aires
Prophet of Innovation es, en definitiva, un gran libro. Thomas McCraw ha dedicado años a estudiar la vida y la obra de uno de los principales economistas del siglo XX. Se ha tomado el trabajo de traducir los diarios íntimos y las cartas de Schumpeter a sus amantes, revelando el intenso mundo emocional del pensador austriaco. Deprimido por el éxito y por el liderazgo de Keynes, entristecido por la destrucción de Europa, Schumpeter opta por nunca rendirse; trabaja hasta el último día de su vida. Elizabeth Boody Schumpeter, su mujer, publica de manera póstuma la famosa Historia del pensamiento económico en 1954. Magnánimo, Schumpeter se "reconcilia" al final de su vida con Marx y con Keynes. Después de todo, como señala James Tobin, tanto Keynes como Schumpeter subrayaron el carácter esencialmente impredecible de la inversión (p. 619). Todo gran economista, concluye Schumpeter, tiene una "agenda" ideológica. Esto es inevitable. Él mismo termina reconociendo su propio "impulso" ideológico: la defensa del capitalismo. Al final, la orientación ideológica de un pensador queda equilibrada (balanced) por la de otro. Con el paso del tiempo, el aspecto ideológico de una obra pierde relevancia: pero su aspecto analítico perdura.

El impulso ideológico juega entonces un papel importante: es precisamente lo que lleva a un Marx y a un Keynes a publicar sus ideas. (Increíblemente modesto, Schumpeter jamás se auto-incluyó entre los grandes economistas). ¡Así avanza la ciencia de la economía! No espere ver Prophet of Innovation circulando pronto por las librerías de Buenos Aires. Espero equivocarme, pero dudo que un emprendedor del mundo editorial se atreva a correr el riesgo de traducirlo y exportarlo a la Argentina. Nuestra cultura política-económica se ubica profundamente a contra-mano de las ideas de Schumpeter. Conozco personalmente varios empresarios argentinos netamente "schumpeterianos". Pero tengo la impresión que el establishment político, educativo, empresarial y gremial ve con pánico la idea de la innovación. La única salvación está en el milagro —siempre transitorio— de un "shock de demanda" reflejado por un "boom" en el precio de los granos. Mientras tanto, las villas-miseria no paran de crecer; con cada crisis cíclica producida por una baja en el precio del trigo o de la soja, la Argentina pierde decenas de miles de cerebros. ¿Su destino? Los países que ... innovan.

(*) Publicado originalmente el 31 de octubre de 2007 en Mackinlay's.

No comments:

Post a Comment