"Almost all the governments, which exist at present, have been founded originally, either on usurpation or conquest, or both" — David Hume
Por AM
Varios poemas de Borges nos remiten al problema de la fundación. El poeta celebra las virtudes heroicas del fundador, pero no desconoce el clásico —y paradójico— problema de la fundación de un exitoso regimen de libertad política: ocurre generalmente de manera ... ilegal y violenta. En "Los Conjurados" (Los Conjurados, 1984), el gran poema político escrito al final de su vida, Borges demuestra su fervor por los legendarios fundadores de la Confederación Helvética. Notamos que se trata de un grupo ilegal de "conspiradores" o "conjurados":
En el centro de Europa están conspirando
En "Venecia" (Atlas, 1984), Borges observa con Gibbon que la independencia de la antigua república "ha sido declarada por la espada y puede ser justificada por la palabra". El pasaje está, naturalmente, en Decline and Fall of the Roman Empire: "... the first foundations of Venice were laid in the island of Rialto ... On the verge of the two empires, the Venetians exult in the belief of primitive and perpetual independence. Against the Latins, their antique freedom has been asserted by the sword, and may be justified by the pen". En el nacimiento de la libertad, siempre encontramos la espada. La idea reaparece claramente en los poemas dedicados a Hengist, el fundador del primer reino anglo-sajón en Gran Bretaña, a mediados del siglo V. En "Hengist Cyning" (El otro, el mismo, 1964), leemos:
Bajo la piedra yace el cuerpo de Hengist
Que fundó en estas islas el primer reino
De la estirpe de Odín
Vendí mi fuerza y mi coraje a los reyes [...]
Me place el reino que gané con la espada
O sea: los fundadores de regímenes políticos exitosos (basados en la libertad individual) son generalmente "conjurados", "conspiradores", "piratas" y "mercenarios". La ilegalidad y la violencia siempre los acompañan. En otro poema dedicado a Hengist ("Un sajón 449 A.D.", El otro, el mismo, 1964), Borges llama la atención sobre el fenomenal legado cultural del rudo fundador germánico:
Traía las palabras esenciales
Y concluye:
Los piratas de Hengist que atraviesan
A remo el temerario Mar del Norte
Y con las fuertes manos y el coraje
Fundan un reino que será el Imperio
Hengist los quiere para la victoria, para el saqueo, para la corrupción de la carne y para el olvido. Hengist los quiere (pero no lo sabe) para la fundación del mayor imperio, para que canten Shakespeare y Whitman, para que dominen el mar las naves de Nelson, para que Adán y Eva se alejen, tomados de la mano y silenciosos, del Paraíso que han perdido [1]. Hengist los quiere (pero no lo sabrá) para que yo trace estas letras [2].
La obra de Gibbon es una probable fuente de inspiración para estos poemas: el historiador inglés menciona a Hengist en dos largos párrafos del capítulo 38 del Libro I de Decline and Fall. No es fácil conseguir información sobre el líder sajón; la Encyclopaedia Britannica le dedica un escueto artículo en el que destaca la incertidumbre sobre la fecha de expedición a Bretaña (menciona 450-455, pero también 428; Borges se inclina por 449). Las fuentes originales son el Saxon Chronicle y la Historia Brittonum, muy probablemente consultadas por el poeta argentino. Finalmente, no deberíamos descartar el ensayo de David Hume "Of the original contract" como posible fuente de las ideas de Borges sobre el vínculo entre fundación y violencia. Para el filósofo escocés, el origen de los gobiernos es por lo general un evento "irregular ... much intermixed with fraud or violence".
[1] ¿Referencia a Paradise Lost de Milton? [2] Referencia de Borges a su abuela inglesa.
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BORGES & EL "IMPERIO DE LA LEY"
"La justicia es la que engrandece a las naciones" — Proverbios 14, 34
Detrás de sus cuentos, poemas y fragmentos de conversación, Jorge Luis Borges presenta una profunda reflexión sobre el problema del imperio de la ley. La idea borgeana del imperio de la ley puede formularse mediante tres proposiciones generales. En primer lugar, cuando el poder arbitrario se adueña de la justicia, el resultado será —invariablemente— la venganza, el desórden y la completa ausencia de ley. En segundo lugar, gobernantes y jueces deben recordar que ellos mismos están permanentemente sujetos a una ley superior que tarde o temprano hará conocer su peso a favor de la libertad del individuo. En tercer lugar, se percibe en Borges la idea de una problemática común a la humanidad en su conjunto: sus ejemplos vienen de todas las culturas y de todas las épocas. ¡La infamia carece de fronteras! Finalmente, es importante recordar que el "universo legal" de Jorge Luis Borges está fuertemente influenciado por la mística de los guerreros anglo-sajones y de las sagas islandesas: es el mundo de los germanos de Tácito, donde la costumbre —más que la legislación positiva— es la principal fuente del derecho.
En octubre de 1956, Borges recita unos versos de Goethe:
y únicamente la Ley nos da la libertad
Enseguida viene el comentario lapidario: "Lo que se ve —dice—, es el precursor del nazismo, el alemán entusiasmado con el gobierno". La frase únicamente la Ley nos da la libertad irrita al escritor, que detecta la raíz del totalitarismo en la cultura de la obediencia ciega. En su comentario sobre los versos de Goethe, Borges plantea el dilema que tanto preocupaba a los griegos: la ley (nomos) puede actuar como un tirano, exigiendo comportamientos contrarios a la naturaleza (physis). No hay que respetar cualquier ley — y no hay "obediencia debida". En "Otro poema de los dones", uno de sus preferidos, Borges brinda en honor a Sócrates, muerto en defensa del imperio de la ley en Atenas:
En octubre de 1958, en una comida en casa de Bioy Casares, el poeta precisa su idea del "imperio de la ley" al comentar unos versos de Max Jacob sobre Cristobal Colón, cuyo gran descubrimiento da lugar a la venta de esclavos. Este último hecho es:
mais non par le Firmament
En otras palabras: la legislación permite la venta de esclavos, pero la "ley superior" no lo aprueba (firmament significa "lo más alto del cielo" en francés). La idea de una ley superior reaparece en El otro, el mismo (1964) en un corto poema sobre Carlos I de Inglaterra, que se dirije al cadalso:
No son el Juez
Pero este breve esbozo quedaría incompleto sin mencionar dos admirables cuentos: "El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké" (Historia universal de la infamia, 1936) y "El hombre en el umbral" (El Aleph, 1949). En el primero de estos cuentos, el ilustre señor de la Torre de Ako se prepara para recibir y agasajar a un enviado del Emperador (estamos en el Japón de comienzos del siglo XVIII). Para familiarizarse con el protocolo, recibe la visita del maestro de ceremonias Kotsuké no Suké. Se produce un roce, y el maestro hiere en la frente al muy incivil visitante. Enseguida viene el absurdo fallo: "Días después dictaminaba el tribunal militar contra el heridor y lo condenaba al suicidio". Borges saca la inevitable conclusión: "Apetecían [los partidarios del señor de la Torre de Ako] la venganza". ¡Y vaya si habrá venganza!
Podemos destacar el vínculo entre la ausencia de justicia y la inestabilidad de la propiedad: "La Torre de Takumi no Kami fue confiscada". El cuento cierra con más muertes: "La Suprema Corte emite su fallo. Es el que esperaban: se les otorga el privilegio de suicidarse". En otras palabras: un fallo absurdo, decidido inicialmente en función de obvias influencias políticas, pone en movimiento el innecesario ciclo de la destrucción. Vale la pena notar que Borges presenta el cuento omitiendo el exceso de "color local". Se trata de hacer explícito el carácter universal de su enseñanza. En palabras del propio Borges: "La minuciosa gloria que esas ardientes atenciones afirman es algo más que justificable: es inmediatamente justa para cualquiera". Justa para cualquiera: clara definición del espíritu "universalista" que mueve a Borges.
"El hombre en el umbral" trata del juez David Alexander Glencairn, recientemente enviado por la corona del Reino Unido a la ciudad de Delhi en la India. El juez no tarda en "oprimir, paliar delitos abominables y en vender decisiones ... Llegó a ser un tirano". Al cabo de un tiempo, la comunidad se organiza, sin distinciones de raza, religión o casta. ¡Habrá juicio! (Al márgen de la ley oficial, naturalmente). Borges subraya el carácter universal de la infamia: "... su afinidad con todos los malos jueces del mundo era demasiado notoria". Para el juez corrupto, el final —decretado en una especie de conventillo en las calles de Delhi— no tarda en llegar: "El perro infiel oyó la sentencia, y el cuchillo se cebó en su garganta". En el epílogo de El Aleph leemos, significativamente: "La momentánea y repetida visión de un hondo conventillo que hay a la vuelta de la calle Paraná, en Buenos Aires, me deparó la historia que se titula El hombre en el umbral; la situé en la India para que la inverosimilitud fuera tolerable". El libro data de 1949; Perón acaba de destruir el sistema judicial; a buen entendedor, pocas palabras.
(*) Estas entradas provienen de mi blog anterior. Las estoy reproduciendo aquí para no perderlas. Fueron escritas, respectivamente, el 29 y el 15 de julio de 2008.
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