Por l' Economiste
En la Argentina el crédito bancario tiene una bajísima relación con el valor de la producción, aproximadamente el 12% del PBI, relación excepcionalmente baja a nivel mundial. Esta es una de las razones por la cual la crisis financiera internacional tuvo poco efecto en nuestro país. Claro está, que el costo del bajo crédito significa menos casas, menos inversión en el sector privado, altos impuestos, etc.
Ahora bien, tanto la política como las corporaciones empresarias saben de sus malas consecuencias y pretenden resolverlas ya sea con la creación de Bancos Estatales como por acciones del BCRA. En una palabra, lo que los bancos no ofrecen lo puede ofrecer el Estado (pese a la existencia de banca pública). Por lo tanto, una estatización directa o indirecta de la intermediación financiera sería la respuesta a la falta de crédito al sector privado.
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Esta solución es una de las tantas “supersticiones” económicas de la clase dirigente argentina. También equivale a posponer un tratamiento racional de un tema que puede afectar poder y dinero. El primer requerimiento para que exista crédito bancario es que haya ahorro bancario. Las instituciones financieras son “intermediarias” entre ahorro y crédito. Pero sin ahorro financiero no puede haber crédito financiero; aquí y en el mundo entero, ahora y siempre.
El enfoque del problema es entonces determinar la razón del bajo ahorro financiero local, lo cual supone saber por qué el ahorrista tiene ese comportamiento. Básicamente los argentinos no consideramos al peso como reserva de valor de mediano y largo plazo. La inflación, las tasas negativas de interés, las expropiaciones, etc. son antecedentes que expulsan el ahorro financiero en pesos.
El enfoque del problema es entonces determinar la razón del bajo ahorro financiero local, lo cual supone saber por qué el ahorrista tiene ese comportamiento. Básicamente los argentinos no consideramos al peso como reserva de valor de mediano y largo plazo. La inflación, las tasas negativas de interés, las expropiaciones, etc. son antecedentes que expulsan el ahorro financiero en pesos.
Recrear el sistema monetario
No tenemos dinero propio “confiable”, por lo tanto no habrá crédito en nuestra moneda. Ante la larga historia de la baja calidad del dinero local los ahorristas —tanto personas físicas como empresas—, han cambiado su moneda dejando los pesos como moneda transaccional y el dólar o euro, como reserva de valor y unidad de cuenta. Prácticamente todas las grandes transacciones se hacen y valúan en moneda extranjera, específicamente el dólar. El segmento más relevante y frecuente es el inmobiliario.
Quiere decir entonces que conviven dos monedas, una local sujeta a todo tipo de riesgos jurídicos/fácticos y otra, el dólar, que mitiga los mismos. De todo esto se deduce que el Estado debe poner primero su atención en el sistema monetario y luego en las regulaciones crediticias. Los créditos con tasas subsidiadas en pesos no son la solución, muy poco para muchos o mucho para muy pocos. Las distorsiones económicas de largo plazo y la corrupción asociada a los subsidios, ya es por todos conocido.
No aceptar que estamos “en el mundo” y que las “supersticiones” sin competitividad del sector privado nos lleva a aumentar la pobreza relativa, es uno de los problemas a resolver. La situación internacional explica nuestro actual crecimiento (bajísimas tasas de interés con precios de las materias primas duplicados respecto a la década pasada), e impide ver los problemas que estamos acumulando: inflación, alto costo del capital, rigideces laborales, aumento de la pobreza, etc.
No habrá crédito bancario si no existe un dinero local de alta calidad. Este es el debate de fondo. La dolarización general y especialmente del mercado de capitales deja de lado los pesos estimulando el reclamo devaluacionista. El peso, por su debilidad intrínseca, crea todas las condiciones para elevar el costo del capital.
Ante esta realidad la estatización de la banca o las acciones más directas del BCRA para crear más crédito poco pueden lograr. La cuestión de fondo es recrear el vetusto sistema monetario argentino proveyendo a la sociedad mayor calidad en su función de reserva de valor y unidad de cuenta.
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Hola l'Economiste!
ReplyDeleteTu retorno significa una importante mejora en la calidad editorial de este blog. Bienvenido! Estoy 100% de acuerdo con tu nota. Sin embargo, tengo una pequeña observación. No se refiere a la cuestión conceptual de fondo, sino a un problema de "timing" o "secuencia" del saneamiento monetario que propones. Me refiero a lo siguiente.
La consecuencia práctica del cumplimiento de semejante saneamiento monetario es una masiva entrada de capitales. Lo vivimos a partir de 1991 con la Convertibilidad. Este hecho es sí mismo contribuye a bajar el costo del capital -- pero también tiende a generar una fuerte apreciación del tipo de cambio real. ¿Qué dirán los industriales?
Mi punto es que un programa de saneamiento monetario debe ir acompañado de medidas insitucionales que contribuyan a aliviar la pérdidad de competitividad vía MÁS bajas en el costo del capital. Ya sé que me repito, pero esto incluye: debido proceso legal & respeto por las formas, estabilidad de "tenure" para jueces, más recursos para el poder judicial, etc. En una palabra: independencia judicial.
Sin este tipo de medidas --acompañadas, idealmente, por mejoras de verdad en el sistema educativo-- una reforma monetaria AISLADA corre el riesgo de generar una fuerte pérdida de competitividad. Lo sufrimos en 1999-2001, y será interesante ver cómo lo encara Brasil ahora.
Saludos,
Agustin
Tengo una duda, o l´economiste es Alejandro Estrada o lo ha plagiado hoy en La Nación.
ReplyDeleteDacuerdo co tu comentario al artículo, te felicito
Anonymous,
ReplyDeleteOops! Como es habitual en estos casos: no confirmo ni desmiento el rumor! En todo caso, habrás notado que nosotros lo publicamos ANTES!!!
Saludos,
AM
Muy bueno, gracias!
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