“LA SEGURIDAD, AMIGOS, LA SEGURIDAD”: LA VIGENCIA DE MONTESQUIEU [VERSIÓN ABREVIADA]
. Céline Spector. Montesquieu. Liberté, droit et histoire (París: Michalon, 2010) [ver]
. Rebecca E. Kingston (ed.) Montesquieu and his Legacy (Nueva York: State University of New York Press, 2009)
Por Agustín Mackinlay (*)
El barón de Montesquieu (1689-1755) sigue fascinando a los investigadores. Año tras año, decenas de artículos, ensayos y libros son publicados sobre el filósofo de La Brède; académicos franceses, estadounidenses, canadienses e italianos organizan coloquios y seminarios sobre el Espíritu de las leyes. Un diccionario por internet cuenta ya con decenas de artículos de los principales especialistas. La cantidad de títulos publicados es un claro indicio de la vigencia de Montesquieu. Hojeando las bibliografías de estos dos volúmenes, sobresale el dominio del francés y del inglés. Las referencias en castellano brillan por su ausencia. Inevitablemente, uno recuerda la penosa remarque de Salvador de Madariaga: en el mundo hispánico, pocos conocen al autor más relevante (Montesquieu), y todos conocen al menos relevante (Rousseau) [1].
Estos libros difieren profundamente en su alcance. Mientras Céline Spector propone una ‘guía de lectura’ del Espíritu de las leyes, Rebecca Kingston edita quince ensayos sobre temas conexos: la idea de checks and balances o frenos y contrapesos, los puntos de contacto entre Montesquieu y la Ilustración escocesa, los problemas actuales sobre la tolerancia religiosa, la convivencia cristianismo-islam, etc. En este sentido, se trata de textos complementarios.
Gobierno moderado & seguridad
Cuando pensamos en Montesquieu, la imagen que habitualmente viene a nuestra mente es el célebre capítulo 6 del Libro XI del Espíritu de las leyes dedicado a la división de poderes en Inglaterra. Al margen de los problemas de interpretación de este capítulo –Simone Goyard-Fabre aconseja hablar de división del poder en lugar de ‘separación de poderes’– se trata de una imagen errónea. Céline Spector tiene el mérito de poner los puntos sobre las íes. El principal planteo del Espíritu de las leyes no es la división de poderes en Inglaterra: es la problemática de la seguridad en general [2]. Montesquieu define la libertad política como la sensación de seguridad sobre nuestra vida, nuestro honor y nuestras pertenencias.
La libertad consiste en “la seguridad, o en la opinión que cada cual tiene de su seguridad”. Con excelente criterio, Spector enfatiza el aspecto subjetivo de esta percepción: “opinión”, “idea”, “sentimiento”. Desde este punto de vista, los gobernantes que ningunean la sensación de inseguridad cometen un serio error. Es precisamente la sensación de seguridad la que determina nuestra disposición a pagar impuestos (volumen de recursos fiscales), a ofrecer recursos prestables en el mercado de crédito (tasa de interés), y a ... crear. Lo vemos todos los días: los países donde predomina la inseguridad suelen caracterizarse por crisis fiscales, ausencia de crédito y emigración de individuos de talento. ¿Pero cuál es la causa profunda de la inseguridad? Aquí Céline Spector da nuevamente en la tecla. A contramano de una idea paradigmática de nuestra cultura política, Montesquieu plantea la no-acumulación de los poderes del gobierno como condición de la seguridad y de la libertad de un país. Cuanto más se concentra el poder político, mayor es la inseguridad.
El equilibrio de poderes es condición sine qua non de la seguridad. Aunque Spector no entra en detalles en esta guía de lectura, los lectores de este blog conocen lo que llamamos la ‘hipótesis Montesquieu-Galiani-Smith’ [ver]: la excesiva concentración del poder desestabiliza la propiedad y genera inseguridad sobre el cumplimiento de los contratos; la resultante falta de capital deprime la actividad económica, causando desigualdad e ... inseguridad. En otras palabras: la inseguridad jurídica y la inseguridad física son dos caras de una misma moneda; una lleva a la otra, y ambas se retro-alimentan. Mientras Caracas se convierte en una de las capitales mundiales del crimen, las calles de Helsinki permanecen seguras. ¿Dónde hay más división del poder? ¿Dónde se cumplen más los contratos?¿Dónde hay más recursos fiscales, más crédito, más innovación, menos desigualdad?
* * *
Tanto Céline Spector como Brian Singer –en un ensayo dedicado a “Montesquieu on power” en el volumen de Rebecca Kingston– insisten sobre la fragilidad del gobierno basado en la concentración del poder político. Montesquieu llama despotismo a este régimen. Inevitablemente, el despotismo termina por auto-destruirse. Carece de principio moderador. Su única ley es el perpetuo aumento del poder. Su única guía es el capricho del gobernante de turno. Su fundamento es el miedo. El despotismo elimina la deliberación, el cálculo económico, la sociabilidad. La obediencia extrema es la ignorancia extrema: no hay pensamiento autónomo ni innovación posible en ausencia de equilibrio de poderes. Según Singer, el déspota de Montesquieu tiende a la impotencia: como todos sus deseos son satisfechos, carece de voluntad creadora.
Sea cual fuera la causa última de la fragilidad del régimen –ausencia de crédito, insuficiencia de recursos fiscales o falta de voluntad– la reciente catástrofe natural en Rusia pone en evidencia la debilidad del régimen de Vladimir Putin. Mientras Moscú se transforma en un hervidero, el alcalde se va de vacaciones, el primer ministro habla de arqueología y el presidente viaja a Abkhazia. La corrupción paraliza a las autoridades locales, que la destrucción del federalismo ha dejado sin recursos. Escribiendo desde Moscú para el diario Libération, Fabrice Rousselot se refiere a la "impotencia del premier". Significativamente, el Financial Times plantea la necesidad de ‘mejorar la gobernanza’ en Rusia –léase: des-concentrar el poder– para proteger al pueblo.
La independencia judicial: el criterio clave
La clave para entender a Montesquieu, señala Céline Spector, está en recordar que “lo importante, más allá de la virtud de los hombres, es la estructura institucional que establece la distribución y la organización de los poderes” (p. 112). La libertad y la seguridad dependen de diques para contener la tendencia natural al poder despótico; el equilibrio de poderes es el mecanismo que canaliza las inevitables pasiones de los ciudadanos (el lector notará la terminología inspirada de los Países Bajos, que Montesquieu conocía bien). ¿Pero cuáles son las instituciones del gobierno moderado? ¿Cómo se establece la libertad y la seguridad? Montesquieu plantea la independencia judicial como el criterio-clave del gobierno moderado – y de la seguridad.
Cada país la organiza a su manera: Inglaterra con el juicio por jurados, Francia con el ‘tenure’ asegurado de sus jueces (“el principal monumento de nuestra libertad”, dice Montesquieu) [ver]. Es decir: los métodos pueden variar – pero lo que cuenta al final del día es la separación del poder judicial y su eficaz organización. Será la ‘obra maestra’ (chef d’oeuvre) de un pueblo libre:
La identificación entre libertad y sentimiento de seguridad permite sostener que la independencia del poder judicial es uno de los instrumentos esenciales de la disolución de la unidad del poder – que debe impedir que el poder sea ejercido de manera absoluta (pp. 183-184).
Al leer estas líneas uno capta mejor la distancia que aún separa nuestra cultura política del ideal del gobierno moderado. Desde este punto de vista, las reflexiones de Brian Singer sobre el dilema del buen poder - mal poder lucen particularmente apropiadas. La seducción del ‘buen poder’ es un rasgo característico de nuestra cultura política. Crisis tras crisis, desastre tras desastre, seguimos insistiendo en la milagrosa posibilidad del buen caudillo, el que (¡finalmente!) proveerá seguridad y bienestar para todos. Por eso damos todo el poder al Sr. Menem, todo el poder al Sr. Cavallo, todo el poder al Sr. Kirchner. Et ainsi de suite. No conseguimos quebrar el ciclo de ‘super-poderes’ – una verdadera anaciclosis que va en detrimento de la economía, de la solidaridad, del sentimiento de comunidad y de nuestra capacidad de innovación.
Lo interesante es que Montesquieu niega el dilema. Inspirador de la famosa frase de Lord Acton sobre poder y corrupción, el filósofo francés no se hace ilusiones sobre la tendencia de todo poder a convertirse en despótico. En ausencia de frenos y contrapesos, no hay buen poder. Como bien dice el Sr. Singer: “The problem is how to limit power, whatever its coloration”. No se trata de ser de izquierda, de derecha, neo-liberal o progresista – se trata de limitar el poder. Éste es el verdadero desafío. “Que el pueblo tenga el poder” –escribe Spector– “no significa que tenga libertad”. Ni seguridad.
Conclusión: “Todo está ligado”
“Todo está extremadamete ligado”, dice el autor del Espíritu de las leyes. En un mundo de politólogos sin economía y de economistas sin política, la economía política (inventada por Montesquieu) resulta indispensable. “La economía es política desde el comienzo hasta el final”, escribe Céline Spector. Profundamente impresionado por la catástrofe económica de Luis XIV, el filósofo de la Brède contempla el atraso institucional de su querida Francia. Tiene la mente puesta en los ‘modernos’: Inglaterra y los Países Bajos. Precisamente allí radica la relevancia del Espíritu de las leyes: cincuenta años antes, el milagro de Inglaterra no hubiera sido tan claro; cincuenta años después, Inglaterra era el modelo a imitar.
Tenemos la tremenda suerte de que Montesquieu escribiera entre esos dos mundos. Mientras los economistas nos formamos con textos que dan por supuesto el régimen moderado –independencia judicial, propiedad estable, moneda sana– estamos empezando a entender que las cosas son muy diferentes en los países ‘emergentes’. ¡Los supuestos no son los mismos! Para entender a la Argentina del siglo XXI, el lema del economista chileno José Piñera –“La libertad, amigos, la libertad”– debería ser levemente modificado: “La seguridad, amigos, la seguridad”.
[1] La situación se agrava si consideramos que el propio Montesquieu despreciaba España y lo hispánico. Según Claire Marchal, era el único gran prejuicio del autor del Espíritu de las leyes.
[2] Céline Spector afirma que el Espíritu de la leyes, a pesar de ser considerado un “clásico”, es un libro aún desconocido.
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(*) Drs. en Humanidades, Universidad de Amsterdam. Profesor Asociado de International Political Economy, Universidad de Leiden.
Me permito reproducir el e-mail que me manda la profesora Spector sobre esta reseña:
ReplyDelete"Je vous remercie très chaleureusement pour cet article ample et généreux et pour vos mots d'encouragements sur mon petit livre. J'espère que votre blog touchera de nombreuses personnes susceptibles d'être intéressées par Montesquieu!
Avec mes sentiments les plus cordiaux,
Céline Spector."
Esta reseña, en su versión original, era demasiado larga. Estos son los párrafos que ha sido eliminados del texto final:
ReplyDelete(1) Estos libros difieren profundamente en su alcance. Mientras Céline Spector propone una ‘guía de lectura’ del Espíritu de las leyes, Rebecca Kingston edita quince ensayos sobre temas conexos: la idea de checks and balances o frenos y contrapesos, los puntos de contacto entre Montesquieu y la Ilustración escocesa, los problemas actuales sobre la tolerancia religiosa, la convivencia cristianismo-islam, etc. En este sentido, se trata de textos complementarios.
(2) Que las Sras. Spector y Kingston sean las autoras-editoras no es una sorpresa: la presencia de mujeres es uno de los rasgos característicos de los estudios modernos sobre Montesquieu – Catherine Volpilhac-Auger, Francine Markovits, Catherine Larrère, Simone Goyard-Fabre, y las propias Céline Spector y Rebecca Kingston. Celebro esta mirada femenina. Tiene el mérito de recordarnos que Montesquieu no solamente analiza la división del poder, la tasa de interés y la catástrofe económica del despotismo: también enfatiza la necesaria douceur del gobierno, el problema de la “deshumanización” en ausencia de equilibrio de poderes, las relaciones hombre-mujer, y el sentido básico de sociabilidad y solidaridad de toda comunidad humana.
(3) El lector observará el contraste con China, que el propio Montesquieu no dudaba en calificar de despótica en su momento [ver]. La ‘guía de lectura’ de Céline Spector nos proporciona las herramientas necesarias para entender la evolución del gigante asiático. Cuando China anuncia que va a ejecutar menos presos y que va a reducir la cantidad de delitos que llevan a la pena de muerte [ver], el lector de Montesquieu sabe lo que esto significa: el régimen se está suavizando – poco a poco, el despotismo de Mao da lugar a un gobierno mucho más moderado. Lo que era una pena útil en un régimen fundamentado en el miedo, es ahora un anacronismo (y un desperdicio de recursos) en un régimen basado en el comercio y el intercambio.
(4) Solo habrá seguridad y libertad cuando los arreglos institucionales permitan quebrar el carácter unitario del poder. Entre los elementos más tangibles de la separación de la justicia, Spector destaca dos en su lectura del Espíritu de las leyes:
(a) el respeto de las formas judiciales (“necesarias para la libertad”, dice Montesquieu) [ver];
(b) el respeto por el precedente.
(5) Aquí, el lector detectará la genialidad, y al mismo el punto débil del mensaje del Espíritu de las leyes. La ilusión del ‘buen poder’ siempre seduce – particularmente a los más jóvenes. En cambio, los frenos y contrapesos son vistos como retrógrados y poco atractivos. ¡Bien lo sabía Gaspar de Jovellanos! Entristecido por un proyecto constitucional que rechaza el bicameralismo y el poder ejecutivo fuerte y uni-personal, el asturiano atribuye a “los mozos” –es decir, a la juventud seducida por Rousseau en 1810-1811– el inevitable fracaso institucional de España.
Como curiosidad:
ReplyDeletehttp://www.google.com/trends?q=montesquieu,+rousseau&ctab=0&geo=all&date=all&sort=0
son las estadísticas comparativas de las búsquedas en google por montesquieu y rousseau.
Amplio margen en favor de rousseau. Por país, ciudad o idioma.
Si te fijás la gráfica de más arriba, el ciclo semestral e incluso muy correlacionado entre ambas búsquedas, se debe a que éstas están dominadas por la búsqueda de información de estudio, secundario, universitario, etc, lo que muestra que el creciente interés por Montesquieu no ha penetrado aún los programas de estudio.